18 de mayo de 2008

Sus ojos lloraban...


Mirando a través de las azules paredes del hospital, las ventanas pasaban a mi alrededor calladas, simples y delgadas. Los transitados senderos del edificio, marcaban a cada instante una atmósfera de nostalgia, tal vez melancolía y un poco de añoranza de tiempos pasados... No hacía mucho, las mismas salas me miraban desde lejos cuando me disponía visitar a mi abuelo en el hospital. Hoy, como quizás nunca antes, me puse nervioso mientras caminaba a su encuentro. El reloj marcaba las 15:23 hrs. cuando atravesé la antigua y angosta entrada de un sector del Sótero del Río.

Estaba nublado. Las primeras gotas surgían inadvertibles, cubriendo de manera tácita las ventanas que daban hacia el exterior. Y mi abuelito estaba allí. Entre bolsas de sueros, una camilla y una ficha clínica. Mis pies me llevaron directo a él, mientras se acercaba la hora de término de las visitas. De repente me hallé tomándole la mano a un anciano que siempre había visto fuerte y lleno de energía. ¿No era el mismo capaz de viajar a todos lados y de recorrer los mejores parajes del sur? ¿No era el mismo que nos hacía reír en cada 18 de septiembre..? Era él... con sus canas largas de tanto vivir, con su piel plegada entre esos ojos que cada vez se hacían más pequeños... era una extraña mezcla de melancolía y deseos de salir corriendo de allí para volver a compartir como en antaño.

Comenzó a llorar. Me vio y sus ojos se cristalizaron sin siquiera haber grandes motivos. Su voz temblorosa y sus ojos trémulos estaban agradecidos por la compañía, pero a la vez clamaban por alivio, por respirar aire fresco, por pisar otra vez las pozas que dejaba la lluvia ahí afuera, por tomar una bicicleta y sin paraguas salir a dar un paseo. Sus cejas parecían cada vez más escasas y su piel carente de turgor me daban claras señales de que su cuerpo no estaba resistiendo más... que ya estaba gastado y mucho más delgado.

Quizás nunca más vea tus ojos despiertos... quizás nunca más vea que me dices "Dios te bendiga", quizás no exista otra vez en que te pueda expresar mi cariño, mi afecto, mi entrega y el hecho de sentirme orgulloso de ser tu nieto, de haberme sentado en tus rodillas, de haber palpado esa piel con mis manos de niño, y de haber compartido un tiempo contigo. Pero te entrego lo que sé hacer: estar presente cuando lo necesites y en mi ausencia rendirte un honor con mis escritos.


Fuerza abuelito... te quiero mucho.

4 comentarios:

Romy dijo...

Fuerza para tu abuelito
cuenta con mis oraciones
y fuerza para ti tb
Te quiero

Unknown dijo...

Sabes..
Tu relato se parece mucho a la vez cuando fui a visitar al hospital a mi abuelito

Fuerza amigo y recuerda ..
Lo que pase siempre alaba a Dios

Bendiciones ¡

Anónimo dijo...

me dio pena leer esto... me acordé de mi tata... entiendo como te debes estar sintiendo...

cuenta conmigo

TAM

Guille dijo...

Fuerza amigaso.... ánimo!!!

Y creo que tu abuelo debe sentirse orgulloso de tamaño nietito que se gasta... ;)

Cariños amigo.

DTB!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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