14 de noviembre de 2008

Conversación con Dios


Hoy me detuve en medio del estrés. Turbinas sonando, olor a acrílico Duralay, pasajes marcados por el apuro, ojos desesperados y formas de dientes tallados a presión. El sol afuera brillando radiante en una tarde santiaguina común y corriente. Cinco y veinte pm...

Quiero volver a escribir de lo esencial de la vida. Saber que sigues allí mientras converso contigo en las calles. Mientras camino en medio de lo fácil y lo difícil. Entender que tu fidelidad brilla más fuerte en medio de lo imposible y cuando pienso que ya toda solución escapó... Es el preciso lugar donde te amo, Dios. Mi Dios.

Conversar contigo es mi mayor placer. Un placer reservado que cuido, guardo y que deseo todos los días. Un refugio en tu intimidad... en mi intimidad. Nuestras charlas son de lo cotidiano, mientras me haces feliz en tu presencia y me dices que no necesito requisitos para entrar en tu habitación. Y siempre digo lo mismo: "Aquí estoy... aquí sigo". Aunque duela confío en tu palabra y sé que nunca fallará.

Escribirte es caminar con mis dedos sobre tu piel. Retazos de recuerdos y de sueños que comparto contigo. Paredes pintadas con la candidez de una inspiración espontánea, que nace de mi amor por ti, de mi pasión por tus brazos... de un abrazo de padre que me brindas en las ausencias. Tus brazos llenan mis carencias y completan mi imperfección, amando cada área de mi corazón. Corazón que amas no sé cómo... pero que ya no pregunto sino que recibo.

Cantarte es hacer brotar árboles de vida en seis cuerdas. Es amarte en unos pocos acordes que interpretan las lágrimas de devoción por ti. Pocos acordes que destilan la emoción de adorarte, de sentir el llamado de tu voz y de responderte en mis canciones. Es tu paz la que me llena y me hace feliz. Nada más...


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