10 de marzo de 2011

Mi escudo


"Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza" (Salmos 3:3, RV60)

Detrás de las palabras y en ese cuarto de madera. Sentado entre blancas sillas plásticas y al final de todos los grupos. Atrás en las banquillas apoyadas en la pared o bien arrinconado para que nadie viera. Hay tantas maneras en que intenté refugiarme de recibir vergüenza o de sufrir. Una de esas maneras fue quedándome en silencio, pues parecía más simple no opinar ni contrariar a nadie, de manera de no llamar mucho la atención. Consideraba más simple vivir en el anonimato del bajo perfil obligado... Quizás todos, de una manera de otra, nos hemos refugiado en algo para no sufrir. A veces en el egoísmo de que nadie nos aconseje... o refugiados en la autocompasión. Otras veces podemos sentirnos muy seguros en la cálida pero frágil religión. O simplemente refugiados en la risa o en el llanto... Para no contar muchas veces que sufrimos o que tenemos miedo que nos hagan sufrir. Resentidos del daño recibido y a la vez sin permitir sanarlo.

Lo cierto es que muchas veces tenemos otros escudos que no son Dios. ¿Cuál es el tuyo? Cuando pienso en los escudos que tengo, se me vienen a la mente todos esos clichés que uno dice cuando no quiere sufrir: "Dios tiene lo mejor para mí"; "confía en el Señor.."; "ten fe que él siempre responde"... ¿Cuáles son tus clichés? El escudo de Dios es un escudo que permite el sufrimiento para nuestra formación y crecimiento. Muchas veces sufrimos y nos aquejan circunstancias que nos debilitan anímicamente. Es ahí cuando pensamos en que Dios no está con nosotros; cuando pensamos que todo en la vida cristiana es causa-efecto, es decir, "hice algo mal" y ahora "estoy recibiendo mi castigo"... cuando no siempre es así. Tener a Dios como escudo es asumir que muchas veces recibimos malas noticias, fallecen nuestros seres queridos, tenemos problemas familiares, etc; pero que toda la tristeza la vivimos en Dios, esperando en él la salvación. Incluso los momentos más depresivos pueden tener consuelo en el escudo que Dios pone alrededor de nosotros... Y es mejor ese escudo que cualquier otro que podamos anteponer: ese egoísmo, esa autocompasión, ese carácter que muestra risa, pero que por dentro sufre mucho; esa baja autoestima oculta detrás de una máscara extrovertida... etc.

Al deshacernos de los otros escudos, permitimos que Dios sea escudo alrededor de nosotros... nos dé esperanza y levante nuestra cabeza para renovar nuestras fuerzas.

2 comentarios:

Carla Delgado Sparks dijo...

Salmos 3:3 es un bello verso. Sabes si muchas veces caemos en la mentira de pensar que Dios trabaja en nuestras vidas con causa-efecto. Pero nos olvidamos de que la gracia y misericordia de Dios es inmerecida.
Me gusta mucho tu blog. chequee mi blog en http://carlavdq.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Él realmente es nuestro escudo...

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