29 de agosto de 2011

Un nuevo rumbo en este blog

Cuando nos encontramos con Él y su amor nos inunda, nada podemos resistir. Cuando lo conocemos sentimos que lo tenemos todo, pero a la vez que estamos vacíos. Y pese a que lo hemos encontramos, lo buscamos todos los días.
Cuando el amor del Padre irrumpe en una vida, el cielo entero se estremece, cantan los ángeles, se gana una batalla. Cuando vemos una nueva revelación de su persona, los problemas se esfuman y las peticiones dejan de tener otra respuesta que Él mismo.
Cuando lo conocemos, Él nos restaura y luego nos hace girar los ojos alrededor y ver la necesidad por la cual él está trabajando. Luego de encontrarse con nosotros, Él nos envía a los demás a llamarlos hacia su presencia. No importa nuestra condición. Para él no existe mayor o menor capacitación. Sólo espera discípulos que puedan pagar el precio... y que puedan perdonar, amar sin esperar recibir y dar su vida entera en amor a Él.

"Heme aquí, Señor..."

24 de agosto de 2011

Al Dios que todo lo cambia



"¿Por qué? ¿Cómo fue a suceder? ¿En qué momento esto se escapó de mis manos? ¿Qué más podía yo hacer?"... Todas esas eran algunas preguntas que te hacía en la intimidad... Preso de la desesperación de ver soluciones; preso de la ansiedad de ver que al fin podría respirar tranquilidad. Aún tengo fresco el recuerdo de cuando salí de la iglesia que me albergó desde mi niñez. Allí crecí. Allí me volví un adolescente y un joven. Allí estaban mis amigos, mis confidentes, mis ejemplos a seguir. Todo estaba allí. Allí yo tenía mi futuro...

No es fácil desprenderse de relaciones que se han formado durante tanto tiempo. No es fácil levantar la cabeza y pensar que las cosas serán mejores en el futuro, porque la esperanza es de fácil extinción y no quedan expectativas en mente. No es fácil, en especial si te fuiste muy dañado de ahí. Recuerdo que esa iglesia significaba mucho para mí y que las personas que se congregaban en ese lugar eran de especial cariño para mí. A causa de los problemas, tuvimos que tomar la decisión de marcharnos. Nos dolió. Nadie lo supo. Lo hablamos en privado... no "pelamos" a nadie con otras familias. Nos tragamos el dolor y las lágrimas. Y como familia volvimos a estar solos. Y así, cada uno, vivió el luto de la desilusión, de la desesperación de no saber a qué iglesia ir o a qué comunidad asistir. Nos dispersamos. Algunos se han desilusionado de la iglesia; otros, aún tienen la esperanza.

Recuerdo que muchas veces intenté sin éxito integrarme a otra iglesia. Aún estaba fresco el recuerdo del dolor y de la decepción. Otro trabajo era perdonar. Incluso pensar en tener que perdonar me traía más dolor... y así el círculo vicioso se extendía sin permiso... Mientras oraba, le pedía al Señor que me diera claridad y que nos mantuviera unidos como familia. Mmmm, pasó todo lo contrario en realidad.
Han pasado varios años después de esa crisis. Mirando hacia atrás veo que no es fácil volver a integrar una nueva comunidad si te han herido o alguien cercano te falló con o sin intención. Pero allí, en la soledad de la oración y del encierro en mi pieza con el Señor, Él mismo me sanó y se descubrió a sí mismo como el Dios de mi vida. Después de esa crisis, me dediqué a buscarlo con todas mis fuerzas y desesperadamente. En ese momento no tenía nada más que hacer. Me rendí. Le dije que no volvería a preguntar por qué pasó lo que pasó. Tampoco le preguntaría por qué mi familia se dispersó. Tampoco me quejaría como un niño. Solamente le dije: "Haz de mí lo que quieras". En esa búsqueda desesperada, recuerdo una palabra que Dios me dio: "Tú tienes un llamado muy profundo, el cual no he olvidado"...

Dios puede cambiar las circunstancias pero primero nos cambiará a nosotros. Como diría un libro de Max Lucado - uno de mis escritores favoritos - "No puedes enfrentar a tus gigantes, si primero no enfrentas a Dios". Es en el encuentro con su presencia donde nuestro egoísmo cae... donde nuestros argumentos a favor deben ser rendidos... donde nuestros derechos son entregados. Y una vez que Dios ve la actitud, entonces atiende el oído a nuestro clamor, cambia nuestro corazón y nos lleva a lugares espaciosos.

"Señor... hoy he escrito más que en otras oportunidades... Y no quiero terminar sin antes darte gracias porque tú eres capaz de cambiar todas las cosas alrededor. Eres capaz de sanar enfermedades, sanar el corazón, hacer a los ciegos ver, a los cojos caminar bien y saltar... pero no lo haces según nuestro antojo sino a tu voluntad. Primero nos cambias a nosotros y luego las circunstancias... Anhelo verte. Tal vez quienes lean esto sientan que hay en su corazón temas pendientes que sanar, personas que perdonar, decisiones que tomar, volver a creer, etc. Lo cierto es que somos débiles y anhelamos desesperadamente tu presencia y enfrentarnos a ti cara a cara... Dios, como dice una canción: mi corazón confiado está porque yo te conozco, y en medio de la tempestad nunca estoy solo. Nos volvemos a ti confiados de que cumplirás tus tiempos, de que devolverás esperanza a los que están en depresión, que secarás sus lágrimas... Gracias Padre... tócanos de nuevo, llénanos de nuevo y cambia el odre por uno nuevo, de tal manera que podamos recibir algo nuevo de parte tuya... te amo mucho Señor..."

19 de agosto de 2011

No cambien

Todos cambiamos. Es parte de nosotros adaptarnos al medio donde vivimos y a las etapas que estamos viviendo. El problema es cuando comenzamos a cambiar y a tranzar en nuestra forma de ser. Observando a las personas, me he dado cuenta que sus cambios principalmente se rigen por motivos como los siguientes:

1) Experiencias traumáticas: Engaños, traiciones, mentiras profundas, abandonos encabezan la lista. Estas son tal vez algunas de las cosas que nos tientan a dejar de ser amables, a quejarnos por todo, a murmurar acerca de personas cercanas, a poner la atención en detalles innecesarios, a sentirnos con las personas por cualquier razón. A veces se da lo contrario: comenzar a pensar que no hay que esperar nada de los demás como sentimiento de amargura; depresión, aislamiento, cambios de ánimo bruscos, desconfianza y desesperanza.

2) Cambios de etapas o posiciones socio-económicas: Muchas veces somos forzados por la vida misma a tomar responsabilidades y a dejar de ser niños. No hay que confundir la madurez con dejar de lado la alegría y el buen trato hacia los demás. A veces uno se vuelve indiferente a las necesidades de los demás, volviéndonos aislados en nuestro propio mundo.
El dinero también tienta a algunas personas a cambiar. El tener dinero nos da ese sentimiento de independencia. Hay que tener cuidado con esto porque nos sentimos tentados a dejar de lado a los demás y a volvernos egoístas y orgullosos, al creer que ya no necesitamos la ayuda de los demás y que podemos valernos la vida por nosotros mismo. Craso error es cuando pensamos que teniendo dinero, somos superiores. Lo mismo en el trabajo. Cuando alguien es ascendido es tentado a mirar en menos a quienes antes fueron sus compañeros. Ellos creen que siendo así van a lograr más status y respeto de los demás. Lo que no saben es que ese respeto se gana y no se impone... y que ese status mal entendido no es más que una careta de hipocresía. Hay que tener cuidado que esas cosas nos tienten a cambiar.

Siempre me he hecho esta pregunta: "¿Cuánto estoy dispuesto a esforzarme para no cambiar para mal cuando alguien me falle, me traicione, me ofenda gravemente o me engañe?". Recuerdo una vez en que me sentí muy ofendido por una persona y me sentí fuertemente tentado a cambiar. Con rabia dije para mí mismo: "Nunca más voy a trabajar por los demás" y "¿de qué vale cuando haces tantas cosas por solucionar un problema o entregas tanto por un proyecto que no resultó?". Creo que solamente Dios me ayudó a no cambiar. Me enseñó que debía rendir mi voluntad a Él. Aunque otros nos fallan y algo en nosotros nos impulsa a cambiar en base a la rabia y el rencor, lo mejor es descansar y rendir nuestros propios argumentos. Siempre he dicho esto: se necesita más carácter para hacer el bien que para hacer el mal y andar a la defensiva con todos. Para cambiar no necesitamos ser modelados por las circunstancias (no os conforméis a este siglo...) sino por el alfarero, es decir, por Dios y su gracia que nos ayuda.

11 de agosto de 2011

Y cuál ha sido tu mayor cambio?



Este post está dirigido a mis lectores. A aquellos que comentan siempre (y a quienes se les agradece mucho) y quienes sólo pasan para leer sin dejar comentarios, pero que sin duda son valiosas personas.
Quiero hacer algo diferente ahora. Alguno de ustedes se animaría a comentarnos cuál ha sido el mayor cambio que Dios ha hecho en su forma de pensar? O algún profundo testimonio acerca de lo que el Señor ha cambiado en sus vidas?

Ya algo les comenté al decir que el Señor me enseñó a ser feliz a pesar del color de las circunstancias. Ustedes podrían decir algún área o alguna historia que refleje ese cambio que hizo el Espíritu Santo en ustedes?

4 de agosto de 2011

Mi familia también cambió [...]

Anoche hablé por teléfono con mi gran amigo Guille. Hablamos varias cosas respecto de nuestras vidas y de nuestros proyectos. Sentí como si hacía mucho no nos hubiéramos puesto al día en las cosas que estaban sucediendo en nuestra actualidad. En un momento me preguntó cómo estaban las cosas en la casa y si ya todo estaba tranquilo. Le contesté contento que ya las cosas estaban bien y que todo estaba tranquilo.

Porque ha habido muchos cambios desde que todo el gran problema matrimonial y familiar estalló. Las relaciones en ese tiempo se tensaron hasta tal punto que recuerdo no haberle dirigido la palabra a mi papá. La decepción y la angustia nos hacían fácilmente sus presas y era difícil perdonar. Los gritos y las noches de insomnio eran parte de la rutina que ya nos habían sometido las peleas agudas desde hacía 6 meses. Reinaba el caos y la sensación de que todo esto no tenía solución. Claramente no tenía muchas ganas de hacer cosas y me refugié en el estudio y en el silencio. En realidad todos nos volvimos aún más callados de lo que éramos. Mis dos hermanos mayores se casaron después y hoy ya tienen hijos. Tanto mi papá como mi mamá aquietaron sus ánimos y los pequeños se ven tranquilos, creciendo bien. Je... en realidad ya no son tan pequeños; han crecido y ya manifiestan opinión frente a la vida y se dan cuenta de todo.

Mis papás no se hablan. En las reuniones sociales tiendo a disimular que me siento incómodo por su relación... o mejor dicho, por su no-relación. Hace mucho que no hacemos una gran reunión familiar donde estemos todos aquí en la casa... casi siempre hay que buscar otros lugares o instancias. Es extraño relacionarse con tus papás por separado, haciendo el ejercicio mental que cada cual puede rehacer sus vidas como quiere. Es extraño ver a tu papá cuando retira a las niñas una vez por semana para que las tenga una tarde y luego las vaya a dejar... También es difícil asumir el hecho que ambos por separado te exijan responsabilidades en la casa a veces...

Ustedes podría pensar que mi vida es triste. Y no. También podrían pensar que a veces me siento solo o me deprimo. Y no. Podrían creer que ya no hay nuevos sueños. Y no. Mi vida sonríe en este tiempo... El Señor, a punta de mucho porfiar conmigo, me ha enseñado a agradecer por todo, incluso por lo malo. Ese agradecimiento me ha permitido poner la atención en lo que Dios ha hecho: que las cosas están más tranquilas, que los niños están bien, que mis hermanos se casaron y tienen sus propias familias, que ya soy tío, que me ha dado un buen trabajo y que tengo una princesa a mi lado.

Dios ha sido tan bueno, que todo eso que pasó, ya me ayudó a perdonar todo y a tener relaciones sanas con mi familia. A causa de eso, me encontré con él de nuevo y mi vida respira otro aire ahora y ya no depende del color de las circunstancia, sino de la seguridad de que Dios me ama, está conmigo y tiene un plan perfecto para mi vida. A causa de eso, pude inspirarme tantas veces y componerle canciones que él solamente escucho y escucha... A causa de eso hoy dependo completamente de Él y camino con la seguridad de que él es capaz de cambiar cualquier circunstancia alrededor, por más difícil que parezca.




La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...