29 de febrero de 2012

Refrena tu lengua


Para alegar somos todos buenos. Para enojarnos por no recibir lo que queremos o porque no sucede lo que planeamos, también nos resulta fácil. Nos surge de manera natural hablar mal del otro, interponer primero una queja antes que escuchar, ponernos primero en nuestro lugar en vez de otros, etc. La lista podría ser larga.
La Biblia, en Proverbios, habla muchas veces que es de sabios refrenar la lengua. Alguno podrá pensar que eso significa que Dios ordena no denunciar las injusticias o no encarar a la gente, sin embargo, se refiere a un aspecto de nuestra lengua que muchas veces descuidamos: LA FORMA EN QUE HABLAMOS.

Lo que hablamos es la expresión de lo que hay alojado en nuestro corazón."De la abundancia del corazón habla la boca". También lo muestra la Biblia en Proverbios. Para todos es mucho más trabajo quedarnos callados que alegar por todo lo que se cruza en nuestras vidas. A veces nos quejamos de llenos, o nos quejamos egoístamente porque las cosas no resultan a nuestra manera. Muchos de los conflictos se solucionarían si al tratar de solucionarnos, no ofendiéramos al otro o bajáramos el tono al conversar. Lo cierto es que resulta más fácil ofender, tratar mal, alegar, denunciar; que intentar salvar una relación, favorecer al otro aunque ese otro no lo aprecie. En nuestro corazón muchas veces alojamos argumentos como estos:

"¿Para qué me voy a esforzar por alguien que no lo toma en cuenta?
¿Para qué pesar en el otro, si ese otro no piensa en uno?
¿Para qué dejarse pasar a llevar?
Nunca más voy a parecer un tonto y dejarme pasar a levar"

Muchas veces gastamos nuestros tiempo y energías en tratar de quedar como los "buenos" a costa de que otros, se lo merezcan o no, salgan desfavorecidos. Otros lo que hacen es gastar su tiempo y energías en hablar mal de otros, para ganar ellos mismos protagonismo y ascender en el trabajo o en reconocimiento. Alguno pensará que ese tipo de personas que embarra al resto, tiene mejor auto, mejor casa, gana mejor sueldo, pero se equivocan: tales personas son pobres de espíritu, tienen pocos amigos y desconfían de todo el mundo.

Nos resulta fácil alegar por nuestros derechos, pero muy difícil callar, rendirse y someterse. Nos resultan tan ajenas y extrañas esas palabras, pues nos parecen de un tiempo antiguo, como si callar ahora fuera de tontos y el rendirse de cobardes. Sin embargo, muchos proverbios insisten en que "incluso cuando el necio calla es contado como sabio", o que "la blanda respuesta quita el enojo". Muchas veces vivimos un evangelio que se olvida de las palabras de Jesús cuando dijo: "Bendigan a quienes les maldigan" o "amen a sus enemigos". Y así es, porque amar a quien nos hace el mal, nos resulta tonto e inentendible. Sin embargo, quien deciden ser "tontos" y amar a todos (buenos y malos), han entendido por fin que es Dios quien los defiende y que, a su tiempo, traerá siempre lo mejor. Hay quienes tienen muchos bienes y riquezas, pero son pobres de adentro porque su trato no es afable y su carácter poco confiable.

Quienes saben guardar secretos y saben tratar bien a los demás, son quienes más tienen amigos; y también son quienes más reciben apoyo cuando se encuentran en tiempos de dolor o se encuentran en el mayor de los logros alcanzados. Más vale ser pobre con amigos, que ser rico y estar en soledad. Es por eso que varias veces he escrito en este blog acerca de cómo hablamos y lo que pensamos... Y especialmente en que mostremos a Jesús en esto. Porque es mucho más fácil criticar sin escuchar, que hacer lo que Jesús decía. Por eso no todos han madurado el evangelio, porque se creen con la desfachatez de pasar a llevar a todo el mundo y de pasada seguir enseñando a Jesús. ¿Acaso no hemos entendido que la manera en que nos relacionamos con los demás, es el reflejo de nuestra relación con Dios? Si hablamos mal de otros, si nos empeñamos en dejar mal a otros delante de los demás, si buscamos siempre imponer nuestra verdad sin dejar a los demás aportar, si somos llevados en nuestras ideas, si nos creemos con el derecho de ponernos sobre los demás y enjuiciar su vida como mero expectador, entonces Cristo no ha sido formado en nosotros. Porque cuando él está, aún a quienes hablan mal de nosotros podemos amar; a quienes nos ofenden, bendecir; a quienes nos critican, responder de manera amable... Todo esto es espiritual, así como orar, ayunar y estar en una vigilia.

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