15 de marzo de 2012

El reino de los cielos


Siempre me ha llamado la atención el concepto que Jesús ocupa para describir a Dios y su gobierno. Siempre habla del "reino de los cielos" y lo compara a muchas cosas naturales, tales como un grano de mostaza, una moneda perdida, una perla de gran precio, a una red, etc. Como diría John Stott, el reino de Dios se refiere a que Él mismo establece su soberanía sobre nuestras vidas.

Los gobiernos monárquicos se caracterizan porque las decisiones del pueblo pasan por una sola persona: el rey. Este título se va heredando de generación en generación (vitalicio) y generalmente eran los encargados de llevar las riendas políticas y armamentistas de su reino. A su cargo tenía sirvientes de diversa índole y todos le debían respeto. En palabras más sencillas, su poder era absoluto. Claramente hoy los reyes no asumen ese tipo de funciones; más bien, se encargan de las relaciones exteriores y desempeñan cargos de Jefes de Estado. Sin embargo, el reino de los cielos se parece más al concepto antiguo de los reyes, quienes ejercían su autoridad soberana sobre su pueblo.

Que Dios sea el rey no significa que ejerza un poder amenazante sobre nuestras vidas o entre a nuestras vidas a la fuerza. Más bien, él nos invita a formar parte de este reino. Este reino se refiere más bien a un estilo de vida diferente al de la gente común y corriente... Y tal vez su mayor ley es amar con todo nuestro corazón a Dios, es decir, con toda nuestra mente, todas nuestras fuerzas, todas nuestras intenciones y todo nuestro corazón; y amar al prójimo como a uno mismo... Esta ley implica rendir nuestro orgullo, nuestra manera de hacer las cosas y nuestra soberbia. Es asumir que Él nos ha llamado a ser santos en toda nuestra manera de vivir y que nos entrega la misión de llevar los valores del reino (amor, gozo, paz) a un mundo en convulsión y a sociedades corruptas y faltas de valores. Es asumir que nos ha llamado a hacer justicia y denunciar la injusticia; a buscar el bien social y político y a predicar a Jesús a toda persona. En este reino el rey no quiere de nosotros una parte de nuestras vidas o de nuestro tiempo, sino que lo espera todo.

Jesús en una oportunidad dijo que el reino de los cielos era como un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre encontró y luego fue y vendió todo lo que tenía y compró aquel campo. Así es el encuentro personal con ese rey: se nos revela a nuestras vidas y nos mueve a buscar todo para estar solamente con él, en adoración y búsqueda constante de su presencia. Aún los bienes y logros que alcanzamos no se comparan a una relación con Él, llena de sorpresas, restauración, sanidad interior, desafíos a nuestro orgullo y nuestra manera autosoberana de vivir, y de salvación.

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