6 de mayo de 2013

Todo tiempo pasado fue mejor

Por ahí he escuchado que la gente dice que todo tiempo pasado fue mejor. Es como si hubiera una tendencia natural a mirar atrás y comparar con todo lo que se logró en el pasado. ¿A quién no le ha pasado que sufre una desgracia e inmediatamente mira al pasado y dice en su corazón: "Ojalá que todo fuera como antes".
Sin duda, una de las cosas que Dios restaura en nosotros cuando le dejamos entrar, es el hecho de ser agradecidos con todo. No sólo con lo que sucedió en el pasado, sino con el presente y el futuro. A veces, por estar tan pegados en el pasado, retenemos la bendición que Dios quiere darnos e impedimos que su palabra penetre en nuestro corazón y nos anime a seguir adelante.

Muchas veces recuerdo que mis amigos levantaban mis brazos a pesar de que tenía la tendencia de mirar atrás y no superar los eventos dolorosos del pasado. Cuando entendí que Dios estaba en mi presente, pude abrir mi corazón a ese nuevo tiempo que Él me tenía guardado, con cosas mejores y más alentadoras. No todo tiempo pasado es mejor... puede ser que estemos quejándonos todo el tiempo y con eso cerramos las puertas a lo bueno que Dios tiene para nosotros.

A veces nos llueve sobremojado. Hace unos días, hubo un paciente que llegó acompañado de su mamá al módulo dental. Ella comentaba que hacía poco tiempo su familia tenía recursos y un trabajo que les permitía viajar por el mundo y tener comodidades. Sin embargo, de un momento a otro, el trabajo se vino abajo y uno de sus hijos se enfermó con una enfermedad muy seria. ¿Qué podríamos decirle a esa señora? A veces pasa que nos llueve sobremojado y, efectivamente, el tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, las pruebas de la vida nos hacen más fuertes y, si buscamos la ayuda de Dios, Él moldea nuestro carácter a través de esas circunstancias dolorosas.

En todo esto hay un denominador común: abrirle al Señor la puerta de nuestro corazón. Me gusta comparar nuestra relación con Dios como una casa con muchas piezas y cada pieza con una puerta. No sólo le abrimos la puerta al Señor cuando le aceptamos en nuestro corazón, sino que cada día debemos abrirle la puerta para que inunde nuestro carácter, nuestras decisiones y sea el Señor de nuestra vida... Es cuando le abrimos la puerta cuando entendemos que la vida no se trata del color de las circunstancias, sino de una íntima relación con Él.

"Señor, estoy sediendo de ti. Hay muchas personas que también lo están, pero buscan en otras cosas lo que sólo pueden encontrar en el abrazo de un Padre como tú. Todos te necesitan. Todos te necesitamos. Hoy te abro la puerta nuevamente... he preparado un lugar para ti, para que seas tú quien more allí y limpie mi vida de todo pecado, de todo rencor, de toda envidia y de todo mal pensamiento. Te necesito para que limpies mis decisiones y mis intenciones. El verdadero "mejor tiempo" es aquel que paso a tu lado, indagando en tu presencia"

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