27 de diciembre de 2015

10 años de blog

He escrito desde muchos lugares en este blog, el cual hoy cumple 10 años de haber sido creado. Aquella primera publicación tenía que ver con la mujer samaritana con quien Jesús se encontró en torno a un pozo a mediodía. Desde allí, muchos tipos de escritos han pasado por este sitio... con penas, alegrías, noticias, acontecimientos importantes y cambios de etapa en mi vida. Sin duda, el Señor ha permitido que este lugar sirva para desahogarme y sincerarme en torno a la vida diaria.

Debo reconocer que la mayoría de las publicaciones han sido realizadas durante la noche. Algunas veces el insomnio hizo que me inspirara y, otras más, cuando se me pasaba la hora tocando la guitarra y adorando al Señor. He sentido cómo el reloj pasa volando cuando el corazón tiene hambre y sed de conocerlo más y más. El tiempo pasa en un abrir y cerrar de ojos cuando uno es débil y le necesita para vivir. Podría decir que los primeros 5 años de blog, se caracterizaban por escritos rodeados de una atmósfera llena de temores e interrogantes... Cuestionamientos rodeaban mi mente día a día, entre contradicciones, decepciones, carencias paternales y maternales, etc. Pasados esos 5 años, vi una avalancha de bendiciones sobre mi vida que no podía creer y que me costó procesar. Muchas de esas bendiciones eran promesas que el Señor me había hecho cuando estaba en tiempos de aflicción. Pude probar y comprobar esa fidelidad de Dios de la que tanto se habla en la Biblia. Le pude ver y agradecer por todo lo sucedido, porque ha ido formando mi carácter a través de mentores y por medio de personas de difícil trato. El momento más agónico de mi vida lo escribí por aquí en el 2006... En medio de eso, tomé la guitarra y me puse a cantar acerca de lo bueno que había sido Dios conmigo hasta ese momento. En medio de las canciones que inventaba, recordé las veces que mi papá me llamaba fanático por quedarme hasta tarde orando, o las veces que fue violento conmigo por buscar al Señor. Pese a ello, esa persecución lo único que hizo fue potenciar mi anhelo por Él.

He aprendido a planificar en mi vida, pero por sobre todo, a adaptarme. Una planificación que carece de flexibilidad, muere llena de frustraciones. He aprendido que el Señor no habita en la abundancia de dinero o en el éxito como la mayoría de las personas lo concibe... Él no está allí. Él se hace presente cuando halla un corazón humillado que le necesita, sin importar si tiene mucho o poco, si lo acepta la sociedad o no, si lleva muchos o pocos años siendo cristiano, si cuenta o no con estudios teológicos. Nada sirve si Dios no es el centro.

"Señor, te doy gracias por estos años de escribir en este sitio. Estas líneas reflejan la motivación de derramar mi corazón en ellas para adquirir valor de ti. Gracias por este 2015 que nunca esperé vivir. Tú me has traído hasta aquí y has sido autor de esta historia que se sigue construyendo y de este libro que se sigue escribiendo, capítulo por capítulo. Gracias por cada etapa vivida, por cada persona conocida, por cada temor enfrentado, por cada desafío superado. Ahora te pido valor para seguir avanzando y para enfrentar lo que venga desde el próximo año en adelante. Ayúdame a verte poderosamente en los próximos 10 años y que no haya temor en mí de darte a conocer y de que otros te conozcan y sean restaurados. Señor, que muchos te conozcan..."

20 de diciembre de 2015

Cómo pasa el tiempo!

Este año, como ningún otro, se me pasó muy rápido! No estuvo exento de cansancio y momentos difíciles, pero al hacer un balance, fue un año muy bueno, mucho mejor que el anterior. No cambiaron tantas cosas a mi alrededor, pero sí hubo un cambio en mi interior que aún sigo experimentando. Ese cambio tiene que ver con intentar ver la vida con el lente de la esperanza y no del desánimo. Siempre habrán cosas malas que sortear y personas con carácter complicado que aguantar, pero no por eso me puedo derrumbar.

He estado aprendiendo poco a poco a trabajar en lo que siento que soy bueno e ir aprendiendo en ese camino. Mucho tiene que ver con el propósito que tiene el Señor para mi vida y que tiene relación con la restauración física y emocional/espiritual de otros. Aún sigo en ese proceso.

Sacudirse del pasado ha sido uno de mis grandes temas. Sin embargo, cada día siento que ese peso ha ido cayendo. A veces, cuando surgen conflictos con mi familia de origen, me viene la melancolía, pero ha sido bueno experimentar cada vez menos esa sensación.

Ha sido un año de compartir más mis cargas y no estar tan encerrado. He abierto puertas a amigos de la iglesia y a mis viejos amigos del GBU, que me han ayudado mucho con consejos, llamadas de atención, palabras de ánimo y oración. Sin ellos, el camino hubiera sido más difícil de recorrer.

 
Esta navidad ya la siento como un tiempo especial, y eso me tiene contento. Contento porque me he dado cuenta que centrar la vida en los conflictos trae consecuencias nefastas para el estado de ánimo y para el buen dormir. Sin embargo, confiar en el Señor me ha dado descanso y paz para enfrentar los desafíos de cada día.

Les deseo a todos una feliz navidad. Navidad para perdonar. Navidad para amar. Navidad para dejar de ser consumista. Navidad para dar en vez de esperar recibir. Navidad para sanar. Navidad para construir. Navidad para abrazar. Navidad para soñar. Navidad para agradecer. Navidad para ser luz.

12 de noviembre de 2015

Sueños y restauración

Por mucho tiempo este blog tuvo como título "Sueños y restauración"... Fue inspirado en un tiempo de dolor en que realmente anhelaba ambas cosas: volver a soñar y ser restaurado del dolor del pasado. Cuando eso llegó, me sentí casi en las nubes, incluso algo extasiado de tanta bendición. Invadido de las promesas que Dios me daba para mi vida e incluso mis hijos, proseguí apasionadamente buscándole de mañana, tarde y noche. Rato que tenía libre lo utilizaba para tomar la guitarra y cantar por horas. Pasaba fácilmente una hora cantando y orando. Fue un momento de mucha pasión. Sin embargo, siento que cuando comencé a trabajar a tiempo completo, me fui a apagando. Tuve varias desilusiones de mi profesión y de algunas personas con las cuales me relacioné, que fueron apagando ese fuego.

Hoy ya no siento esa misma pasión... debo ser sincero. Ya no busco al Señor mañana, tarde y noche. Ya no canto ni oro tanto como en ese tiempo. Rato que tengo libre, lo utilizo para dormir y despejarme del cansancio y del estrés de la semana; de tapar parches en el trabajo, manejar personalidades complicadas y atender niños con el desgaste que eso implica en mi espalda. A veces he tenido pequeños destellos de pasión, que se apagan y no alcanzo a mantener encendido. Me he dado cuenta que me desilusiono rápido y me desánimo a la primera dificultad, queriendo solamente tener semanas sin conflictos, con mucho descanso y que pasen rápido. Es decir, he deseado que los días pasen rápido para nada... sólo para descansar en un círculo vicioso de estrés/descanso/decepción.

Les comparto esto porque necesito de sus oraciones para volver a encender esa pasión y que el Señor me vaya mostrando cómo hacerlo. Cómo reactivar los sueños que me ha dado... Cómo descansar en Él sin depender de lo gris que se vuelvan las circunstancias... Que me enseñe a no huir de los conflictos ni desear que sólo llegue el viernes, para pasar rápidamente al domingo y sentir la angustia de tener que volver a trabajar. 

"Señor... en medio de todo, he podido ver tu fidelidad en cada uno de mis procesos de vida... sean buenos o malos, alegres o tristes, inspiradores o decepcionantes. A veces sólo me he enfocado en lo que yo puedo hacer para manejar las situaciones complejas, sin embargo, eso sólo ha acarreado decepción. Por eso hoy vengo a ti a ser transparente.. sin caretas.. a reconocer mi enfriamiento, mi inconstancia, mi falta de ánimo para seguir... Muéstrame un mejor camino que no depende de cuánto haga yo o que la gente a mi alrededor cambie como yo quiero. Muéstrame de nuevo tu amor inagotable y tu expresión de aprobación".

28 de octubre de 2015

Estancado

Hace dos años vivía una vida llena de ideas, con sueños que quería cumplir y con ilusiones acerca de proyectos en mi vida y familia. Sin embargo, me he dado cuenta de mi propio estancamiento... Ya no le creo mucho a la gente cuando habla conmigo... Si alguien me habla agresivamente, ya no me quedo callado como antes. Ya casi no miro a la gente que pide dinero en la calle y tal vez, lo que es peor, me subo a la micro en las mañanas y si veo un asiento vacío me siento y me duermo hasta que llega el momento de bajarme.

En el GBU trabajé de manera apasionada por muchos años, soñando proyectos que contribuirían a llevar más estudiantes a los pies de Cristo. Ya poco de eso queda... me he estancado en eso también, sin poder ver lo que Dios quiere hacer para esta generación.

En el trabajo he sentido en los largos 4 años decepción tras decepción... si bien es buen trabajo, me he desgastado tratando de solucionar problemas casi todas las semanas. Eso realmente es cansador y he sentido que ha cambiado mucho mi manera de tratar a las personas... Desconfío más, reclamo mucho más, me enojo constantemente y me quejo más.

Sin duda esos cambios no son buenos. Me hallo en el sitio exacto que hace algunos años criticaba. Veía cómo la gente en la medida que se ponía más vieja, se ponía seria e incluso grave. Y, aunque es cierto que hay que tomar las responsabilidades con seriedad, a veces me siento dando bote en la misma rutina de siempre, queriendo salir de este sitio.

Con las amistades también me he estancado... Me he dedicado a cultivar sólo algunas amistades y extraño a muchos amigos que el tiempo y la falta de conversación han ido dejando en el pasado. Es cierto que no se puede tener una amistad íntima con muuuucha gente, pero me siento responsable de algunas que he perdido por omisión.

Esto me lleva a pensar que debo tomar medidas para cambiar el rumbo y enforcar nuevamente mi vida en aquellos sueños que el Señor quiera revelarme para esta etapa de mi vida. Y confiar más... reír más... quejarme menos... mirar más a mi alrededor.

14 de septiembre de 2015

Dejando de dar vueltas

Uno puede pasar muchos años dando vueltas sobre un mismo desierto. Ese desierto puede ser una experiencia que nos marcó en el pasado y sobre la cual seguimos llorando o lamentándonos. También podría ser una forma de pensar que nos ha mantenido insensibles e indolentes. O falta de perdón. O incluso ese desierto puede ser el dinero, el cual nos puede mantener presos de una mentalidad de pobreza, de que nunca lograré nada por falta de recursos; o, en el otro extremo, un gran éxito que nos une de tal manera a las riquezas, que pensamos que nunca acabarán y terminamos mirando en menos a otros o siendo avaros.

El pueblo de Israel no le creyó al Señor... No creyeron que Él los llevaría a una tierra fértil, y que les daría la fuerza para derrotar a enemigos más fuertes que ellos. No creyeron que el Señor sería capaz de sostenerlos y escogieron quejarse, lamentarse, tener ganas de volver a Egipto... a ese pasado de esclavitud. Escogieron mirar atrás en vez de mirar hacia Canaán. Aquel era el lugar de la promesa que Dios había hecho incluso a Abraham, Isaac y Jacob. No fueron capaces de ver más allá de sus necesidades... y murieron en el desierto, dando vueltas por 40 años.

Esto me ha hecho pensar mucho en cuál es el actual desierto sobre el cual me estoy moviendo por años y que no he podido dejar ver las promesas que el Señor ha puesto sobre mí y mi familia. Muchas veces me he movido en el desierto de la queja y la lamentación... el cual ha confirmado que no veré nada nuevo si me sigo quejando y no permito que el Dios me cambie y vea más allá de los problemas o conflictos. Por eso pienso que necesito dejar de caminar por ese desierto espiritual... ese desierto donde sólo me dejo dominar por lo que que veo y no pienso en lo que Dios me ha prometido.

Dejar de dar vueltas a veces implica dejar atrás a personas que no nos hacen bien. Significa no tratar de cambiar a quienes nos rodean todo el tiempo, sino más bien, mirar a Jesús y entregar todo aquello que sale de nuestro control. Dejar de dar vueltas significa sacarnos el peso de encima y dejar de sufrir por aquello que no podemos cambiar. Dejar de añorar tiempos pasados que no volverán y levantar la vista hacia lo que vivimos ahora. Declarar sobre nuestras vidas lo que el salmista decía: "Dios cumplirá su propósito en mí". Y de una vez por todas creer. Soltar el temor a quedarse sin dinero. Soltar el temor al rechazo. Soltar el temor a quedarnos solos. Soltar la comparación con los demás. Soltar nuestro ego y nuestra reputación.

Y tú, ¿en qué has seguido dando vueltas estos últimos años y que te impide mirar la "tierra prometida"?




8 de septiembre de 2015

Este es mi clamor

A veces uno quiere que todo resulte bien. Que el compañero de trabajo llegue de buena, que la otra señora no se altere por muchas cosas y que, en cierta medida, todo surja sin grandes imprevistos.
A veces queremos panoramas ideales, tan ideales que nos frustramos cuando nuestros planes no funcionan... o si de repente el compañero de trabajo llegó estresado, o la señora se alteró por cualquier cosa.

Por eso, cámbiame Señor. Cambia mi corazón y la manera en que miro las circunstancias a mi alrededor. Cámbiame y hazme ver todo aquello que nunca he visto en los demás, hasta ser capaz de amar a mi adversario, amar a aquel que habla mal de mí, amar a aquel que me pasa a llevar.

Pero para ese cambio, te necesito. No puedo solo. Cuando he tratado de cambiar solo, he tenido un único resultado: frustración. Frustración en esforzarse por que las cosas resulten como uno quiere que resulten. Sin embargo, al final uno se da cuenta que la vida se hace de muchos pedazos de cuadros rotos, que tú comienzas a armar por medio del lazo más fuerte: tu gracia. Es esa gracia que me grita a diario que no dependa de mí para realizar las cosas. Que no dependa del carácter del compañero de trabajo o de las reacciones de la otra señora. Que no malgaste mis energías y recursos en tratar de cambiarlo todo para hacerlo un panorama ideal. Que simplemente depende de ti en medio de la turbulencia, en medio de la adversidad, en medio de los diferentes caracteres, en medio de la escasez, en medio de la abundancia y el éxito, en medio de los rencores... En resumen, que mire a la cruz y me sea revelado el gran secreto: consumado es...

No te quiero como un concepto. No quiero acudir a ti cuando me encuentre en dolor o necesidad. Más bien, anhelo el silbo apacible de tu presencia. Anhelo el abrazo profundo de un padre que ama a su hijo. Anhelo tu voz, la cual aparece y ruge en medio de los escollos de la vida. Señor, anhelo verte.. no como un concepto, no como "algo" a quien acudir o como un dogma de cosas que cumplir. Anhelo conocer al Dios de las Escrituras... Y ser lleno de ti y de tu Espíritu para hablar sin temor a ser rechazado, sin temor a ser insultado, sin temor a las burlas.

1 de agosto de 2015

Mi escondite, mi escudo, mi esperanza

Hoy leí lo siguiente:

"Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza" (Salmo 119:114)

Entonces me digo a mí mismo:

- ¿Por qué te afanas?
- ¿Por qué no piensas en dejar de sentirte presionado por el trabajo, los estudios o la presión social?
- ¿Por qué no descansas en que hagas lo que hagas, Dios estará contigo?
- ¿Por qué no pruebas confiar más que lamentar por qué una cosa no resultó?
- ¿Por qué no agradeces más y te quejas menos?
- ¿Por qué sigues poniendo tu esperanza en el dinero o en el trabajo?
- ¿Ha fallado el Señor a alguna de sus promesas?
- ¿Él es tu escondite actualmente? ¿Es tu escudo? ¿Es tu esperanza?




27 de julio de 2015

Hambre de ser compasivos

Cuando uno tiene un sentido de justicia muy celoso, suele confundirse que nos volvemos duros, insensibles, indolentes e incapaces de perdonar. Esto porque la justicia que muchas veces decimos defender, es una justicia basada en las heridas y los deseos de venganza. Eso no puede estar más lejos de lo que el Señor, parado en un monte frente a sus discípulos, nos quiso decir. La mayor virtud no es salir vencedor en una disputa o sacar a la luz la verdad, sino más bien es creer que esa victoria frente a una persona o circunstancia, vaya a servir para traer luz y reconciliación.

Es tan delgado el límite cuando nos aferramos a una "verdad", que existe el peligro de caer en aquello que menos queremos: intolerancia y falta de amor. Por eso no llama la atención que aquellos que más buscan justicia, son los menos tolerantes cuando hay personas que opinan distinto a ellos. Por eso es que a veces encontramos personas que atacan ciertas conductas en otros, pero cuando las hacen ellos, pasan por errores no forzados. Esto sucede cuando enfocamos la justicia en nosotros y no tenemos la capacidad de quitar la viga que hay en nuestros ojos para poder ver al otro y ayudarle a ver mejor. Por eso cuando tenemos hambre y sed de justicia de la que Jesús enseña, caeremos instantáneamente en la siguiente bienaventuranza: "Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión".

Hay un dicho popular que dice que todo en la vida se devuelve. Sea bueno o malo, todo lo que sembramos, eso también cosecharemos. Esto me lleva a reflexionar sobre cuántas veces en la vida he creído que algo es justo, pero sólo era justo para beneficiarme a mí y no al que estaba a mi lado. Si siembro egoísmo, también eso voy a cosechar. Si siembro ira, sembraré ira de parte de los demás. Si siembro discordia, me quedaré sin amigos. Ser compasivos tiene que ver justamente con beneficiar al otro. Es justamente defender al desvalido. Es justamente pensar en quien me ha herido y no continuar el círculo de devolverle al otro lo que me hizo. Es duro pero se puede ser compasivo con quien me está continuamente dañando... Y pese a que duele, cosecharemos algo al final del camino: compasión de los demás. Y generará en nosotros una característica que no es propia del género humano por estos días: un corazón limpio, que puede ver a Dios claramente porque no está ligado a heridas o se embandera por causas que tienen que ver con defender la dignidad personal por sobre la de otros, o se aferra a lo material. La buena noticia es que, en este proceso, no estamos solos; el Espíritu Santo nos ayuda.

29 de marzo de 2015

Hambre y sed de justicia

Ese día quise golpearlo hasta dejarlo herido. No quería volver a verlo más. En mi interior algo quería: cobrar justicia y venganza por mis propias manos.

Las cosas no andaban bien por esos días en mi familia y toda mi rabia la descargué contra mi papá. Y aunque podía tener la razón en ese momento y haya tratado de anhelar con todas mis fuerzas la justicia, lo cierto es que quedé más herido.

He escuchado a muchas personas dañadas por injusticias de la vida. De hecho, vivimos constantemente lidiando con la injusticia. Desde la injusticia e inequidad social, hasta la injusticia que se da al interior de las familias y trabajos. Hay muchas personas que de todas esas injusticias, se vuelven muy buenas para criticar todo, para hablar mal de las personas alrededor, etc. El fruto de ese tipo de anhelo de justicia, es un fruto podrido, que solamente exhala mal olor.

El hambre y sed de justicia que nos llama el Señor, no es motivado por nuestras propias fuerzas. Es motivado por lo que Él puede hacer. Por eso dice que son bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos SERÁN saciados. No dice "porque ellos serán los que la ejecuten". Es muy diferente poner todas nuestras heridas en las manos del Señor, a hacer que esas heridas generen grandes deseos de desquitarnos con todos. Lo cierto es que muchas veces, incluso conociendo a Dios, seguimos creyendo que la justicia debe ser ejecutada por nosotros.

Luego de dos días de esa noche en que discutí con mi papá, el Espítitu Santo me llevó a pedirle perdón. Entendí que no se trataba de lo que yo pudiera hacer, por más que tuviera la razón... Es mucho mejor dejar que el Señor sea quien haga justicia y no nosotros. Su justicia es duradera y causará felicidad al final del camino.

9 de marzo de 2015

Dichosos los humildes

No es fácil ser humilde. Se confunde mucho con timidez e inseguridad. Sin embargo, eso dista mucho del real concepto de humildad. Según la RAE, la humildad es  la "virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento". Uff. ¡Qué difícil llegar a esto! Tal vez lo que más cuesta es desarrollar este autoconocimiento. Saber cuál es nuestra capacidad de soportar, de ser criticados, de enfrentar un desafío, etc. Tendemos a dejar que los demás controlen esta área del autoconcepto, sin permitir que Dios nos ayude a indagar en nuestros corazones para conocernos.

Como vemos, humildad tiene mucho que ver con identidad. Dios está muy interesado en que entendamos y creamos en la identidad que nos ha dado en Él. Identidad de hijos. Identidad de saber que no necesitamos aparentar para ser valorados, sino vivimos porque ya somos valorados. Tal vez por eso el resultado de la humildad sea el que señala Mateo 5:5b: "... porque ellos heredarán la tierra". Para recibir tal herencia que Dios tiene, es necesaria la humildad, para entender que no fue por nuestros méritos.

Quiero citarles unas palabras que escribí respecto a este mismo tema, pero en octubre de 2006. Creo que refleja mucho lo que quiero transmitirles:

""Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo..." (Filipenses 2:3)

Permítanme leer este versículo de atrás para adelante:

"Si cada uno estima a los demás como superiores a él mismo, entonces se evitarán contiendas y vanaglorias" (Del Autor)

(Sobre la humildad) Me llama tanto la atención esta palabra. Lejos de ser algo abstracto, es un concepto que toma cuerpo cada día. Decidimos tomarlo, o simplemente darle la espalda.

Dios promete estar cerca de los humildes y darles gracia. Si entendiéramos tan sólo un poco de la palabra, estoy seguro que clamaríamos al cielo para que Dios formara la humildad.

La humildad reconoce sus errores y pide ayuda.
La humildad no guarda rencor.
La humildad llora sin temor.
La humildad corre al amor y toma su mano.
La humildad considera a los demás como un ejemplo a seguir y extrae la sustancia más valiosa de cada persona para cultivarla en su propia vida.
La humildad no busca intereses personales.
La humildad es sincera.
La humildad es la primera que pide perdón y se humilla.
La humildad es madura.
La humildad prefiere el anonimato antes que la exaltación en público.
La humildad rechaza la hipocresía y los intereses creados.
La humildad busca el bien ajeno antes que el propio.
La humildad agrada a Dios y conquistar el corazón del Padre."

18 de febrero de 2015

Un paréntesis [...]

Me he quedado pensando de manera profunda en el consuelo y en cómo el dolor nos ha vuelto insensibles. Tal vez el dolor es lo más "justo" que existe en nuestra sociedad, dado que toca a gente rica y a gente pobre, a gente famosa y a gente anónima. Todos nos encontramos de frente con el dolor en algún momento y hay varios caminos por los que podemos optar: 

1) Evitarlo, volviéndonos fríos, muchas veces insensibles no sólo a los demás sino a nuestros propios dolores.
2) Mantenernos heridos y adoloridos por mucho tiempo, haciendo de este dolor algo crónico y algo de lo cual somos esclavos.
3) Sufrirlo por el tiempo necesario, vivir el duelo, llorar... para luego secar nuestras lágrimas y seguir adelante, despojándonos de rencores y resentimientos.

No creo que esto sea algo estático... En diferentes momentos de la vida, enfrentamos de diferente manera el proceso del dolor, navegando entre la frialdad, la victimización y la sanidad. En ese proceso el Señor promete acompañarnos y guiarnos hacia la sanidad y el perdón. Es el mismo Señor que está en la tensión entre no encontrar el lugar/propósito deseado y haberlo encontrado. Por eso, cuando lloramos delante del Señor, Él promete tomar nuestras cargas y pelear la batalla por nosotros. No por nada dice que al corazón contrito y humillado él no lo despreciará.

Recuerdo bien un día en que estaba muy mal, en medio de circunstancias muy difíciles. Necesitaba llorar y soltar todo ese dolor que estaba viviendo. No necesitaba soluciones. No era el momento de reconciliaciones. Era el tiempo de llorar. Sin embargo, no podía. Fue en ese momento que un gran amigo llamado Jaime me dio ese empujón que necesitaba. ¡Qué bueno es tener amigos y una comunidad que a uno lo sostenga y ayude en tiempos difíciles! Por eso, lo mejor ante el dolor es buscar un amigo confiable y ser vulnerable de nuevo... confesar lo que creemos, lo que pensamos y lo que nos hace pensar. Lo importante es que, después de hacer todo eso, sequemos nuestras lágrimas, nos pongamos de pie y sigamos caminando, libres del peso del odio.



16 de febrero de 2015

Son felices los que lloran



Qué título más paradójico! Claramente el versículo 4 del capítulo 5 de Mateo no hace alusión al llanto originado de algo alegre, de una noticia extremadamente buena o nacida del fruto de la nostalgia. Es el que llora de dolor. No por nada, al decir "bienaventurados los que lloran", luego dice "porque serán consolados". Quiero detenerme en los dos verbos que forman el centro de esta bienaventuranza: llorar y ser consolados.

¿Cómo puede ser bienaventurado/dichoso alguien que llora? Al leer el versículo vemos que el verbo está en tiempo presente, es decir, bienaventurados/dichosos los que constantemente lloran. ¿Por qué se llora a veces? Lloramos cuando un dolor físico se hace insoportable o cuando tenemos mucho sueño y bostezamos. Sin embargo, también otras razones.... Por la pérdida de un ser querido. Por sentirse frustrado en relación a un plan que no resultó. Por sentirnos ofendidos por otro. Por la traición. Por depresión. Etc.

Vivimos en medio de un mundo muy rápido. Las comunicaciones llenan nuestra mente. Las redes sociales al instante nos llevan las noticias antes que los noticieros. Presionados en el sistema del trabajo o en querer cumplir con todo sin poder. Presionados por ser buenos en todo, como es socialmente aceptado. Por sacar un título. Por ganar tal sueldo. Por "ser alguien" en la vida. ¿Acaso eso no nos llevaría a un estado de frustración por no ser capaces? Sin embargo, nos cuesta llorar. A veces es mirado como símbolo de debilidad... A veces mirado como una emoción que no solucionará nada. Sin embargo, llorar es una emoción que no debe ser reprimida. Vivimos tan acelerados que ni siquiera sentimos lo que vivimos. Ni siquiera nos detenemos a pensar si nuestras vidas tienen propósito o debemos enmendar el rumbo. Llorar, a la vista de esta bienaventuranza, es una buena práctica que nos hace más sensibles a los problemas ajenos. Si no somos capaces de sensibilizarnos por alrededor y por nosotros mismos, entonces hemos perdido el rumbo. Esto no quiere decir que debamos andar llorando a cada rato o que esté promoviendo la autocompasión. Lo que sí quiero decir, es que son bienaventurados los capaces de llorar y ser sensibles. Aquellos que viven siendo sensibles, están más cerca de amar y de vivir apasionadamente sus vidas.

Por otra parte, la promesa es que aquellos que lloran, "serán consolados". No autoconsuelo. No un autocouching, no un consuelo que venga desde dentro. Sino que desde afuera. "Serán consolados". Por otros. A través de otros. Me gustaría que pensáramos no sólo en la última vez que lloramos, sino en la última vez que alguien nos consoló. A muchos les costaría encontrar una vez en que, como adultos, hayan sido consolados. Mucho de esto tiene que ver con que no dejamos ser consolados. Es más fácil autoconvencerse que debemos ser fuertes, a estar mostrando debilidad ante los demás. ¿Difícil no? Sobre todo si se lucha mucho con la autoestima, es más difícil "dejarse ver tal cual uno es". Es difícil mostrar vulnerabilidad. Por no querer que otros hablen de uno. Por no querer ser tema de conversación. Por haber sido dañados en el pasado. Por no mostrar nuestra verdadera cara. Etc. Esta bienaventuranza nos llama a algo: ser auténticos delante de otros y dejar que otros nos consuelen cuando estamos mal. Es algo duro de lograr. Entre medio pueden haber personas que terminen no siendo dignos de nuestra confianza. Sin embargo, bienaventurados son aquellos que constantemente lloran, porque serán consolados.

Oremos....

"No se trata de nosotros, Señor. A lo largo de la Biblia, y también de nuestra propia historia, terminamos dándonos cuenta que cuando centramos la vida en nosotros, perdemos el rumbo, nos volvemos duros, indolentes, egoístas, etc... Cuando centramos el dolor en nosotros y nuestra capacidad de sobreponernos, nos cuesta más superarlo. No por nada nos has hecho personas que necesitan relacionarse con otros en comunidad. Haznos dignos de esta bienaventuranza, porque al llorar y ser consolados, tú moldeas nuestro carácter y nos permites llegar a ser humildes y transparentes, libres de odio y de rencor. También úsanos para consolar, porque esta sociedad (y dentro de ella, nosotros) lo necesita. Necesita llorar. Necesita ser consolada. Necesita autenticidad. Amén."

12 de febrero de 2015

En búsqueda de la felicidad (Mateo 5)

Muchas veces he visto la película "En búsqueda de la felicidad" (The Pursuit of Happiness), la cual trata con un concepto y duro de la felicidad. Y en ella uno puede darse cuenta que la felicidad a la que todos aspiramos, es tal vez algo efímero, lleno de sacrificios previos o de anhelos no cumplidos.
La Real Academia Española define la felicidad como "Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien". También podríamos definirla como un estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno. Lo cierto es que, analizando nuestras propias vidas, ninguno podría decir que vive en un estado complacido. Yo no sé si es mi propia visión, pero siento que a veces nuestra sociedad está tan concentrada en esa autosatisfacción y querer llegar a esa felicidad para nuestras familias, que olvidamos el proceso... muchas veces queremos llegar a esa felicidad sin que nos cueste nada y sin conflictos.


A mí me pasaba mucho eso. Quería estar bien con todos, llegar a ser feliz sin causarle daño a nadie y sin tener roces con nadie. Sin embargo, no es el concepto de felicidad al que el Señor nos llama. Nuestra felicidad se basa en alcanzar el éxito y la comodidad. La felicidad que Dios nos muestra es una basada en la comunión con Él y por sobre los conflictos.
Así lo vemos en un pasaje de la Biblia, Mateo 5:1-12 que define la base del reino de los cielos, y que es totalmente opuesta a nuestro concepto de felicidad, el cual distaría de la pobreza en espíritu, de llorar, de ser mansos, de tener hambre y sed de justicia, de ser compasivos, de tener un corazón puro, de ser pacíficos y pacificadores; y de ser perseguidos e insultados.

Quisiera detenerme en cada uno de esos puntos y, probablemente utilice más publicaciones para detenerme en este proceso. Porque para ser pobres de espíritu no se requiere aparentar ni tampoco desprenderse de todos los bienes que se tienen. No se trata de algo material ni de una actitud que los demás deban ver o alabar. Alguien pobre en espíritu sólo lo puede ver el Señor, por tanto es una actitud que Él forma en nosotros. Ser pobre de espíritu nos lleva a entender algo muy simple, pero a la vez profundo: que no somos el centro. Cuando centramos la vida en nosotros mismos, depositamos mucha confianza en nuestras propias fuerzas y en cómo podemos solucionar cada problema o conflicto. En otro sentido, queremos sentirnos reafirmados por medio de nuestros actos, incluso los que a la vista de otros son buenos y dignos de alabar. Ser pobre de espíritu significa ser dependiente de Él en todas las áreas, no sólo en aquellas que se escapan a nuestro control, sino mucho más en las que parecen estar en nuestro control, dado que son esas las que nos mantienen pensando en que nosotros podemos salvarnos a nosotros mismos.

"Señor... a veces todo parece estar en crisis. No sólo vemos desastres a nuestro alrededor, sino también en nuestras propias vidas. Pero tú, quien ve en lo secreto, sin que nadie más pueda ver, nos conoces. Conoces quiénes somos. Sabes que, siendo pobres, queremos ser ricos y muchas veces aparentar y luchar en nuestras propias fuerzas. Por eso forma en nosotros esa pobreza en espíritu, porque no nos quieres humillar, sino ayudarnos a enfrentar cada momento de nuestras vidas con la felicidad que proviene de ti, es decir, de las que tienen el reino de los cielos en su corazón, y que a partir de eso viven. Gracias porque no somos el centro; cuando hemos querido serlo, terminamos frustrados, agotados, queriendo abandonar todos los sueños y enojándonos con todo el mundo. Pero tú no quieres eso para nosotros... más bien, anhelas que tengamos una relación contigo y seamos ricos en ti. Amén".

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...