25 de agosto de 2009

Puestos los ojos en Jesús

Si hiciéramos una encuesta sobre desconfianza, seguramente saldría un resultado cercano al 100%. La mayoría de las personas confiará en su familia (algunos no) y en un par de amigos. He visto a menudo cómo la gente anda desconfiada por la vida pensando siempre que alguien los quiere traicionar o que si existe algo bueno, seguramente en algún momento se va a acabar, porque "nada en la vida es duradero". Seguramente nuestra experiencia en la vida nos ha enseñado a ser precavidos. No aceptar nada de extraños era un consejo básico cuando éramos niños. Si un extraño te ofrece un dulce, no se lo recibas. Si un extraño te ofrece llevarte a algún lugar, no lo aceptes.Esos consejos tienen sentido, porque obviamente uno no conoce a las personas ni sus intenciones.

Nuestra experiencia muchas veces nos nubla la mente. Pensamos erróneamente que no hay nadie bueno en el mundo y nos desilusionamos de todo el mundo y de Dios. Dios pasa a ser ese extraño ser que un día buscamos pero que no respondió en los momentos más difíciles de nuestra vida. Y la desconfianza aumenta, sintiéndonos con una carga de presiones muy grande y con errores nuestros y de otros sobre nuestras espaldas. Mirar hacia atrás, significa ver todo ese acúmulo de pesadas cargas que hemos llevado por años.

Uno tiende a ver en personas la respuesta a nuestra necesidad interior. Buscamos el amor de otros para llenar vacíos, buscamos depender de otros en nuestra identidad y forma de ser; y lo que encontramos son errores en esas personas. Encontramos que ellos son tan imperfectos como nosotros y nos desilusionamos... Y todo nuestro discurso de vida basado en la evidencia de nuestras experiencias, se tiñe de resentimiento, de amargura y de rencor que muchas veces no queremos soltar... o que no queremos admitir. Cuando hay amargura hay desesperanza... y eso no nos deja correr plenos en nuestra vida, siempre buscando algo más para ser felices, y sin ser felices con lo que tenemos o somos... buscando siempre algo más que satisfaga nuestras necesidades para sentirnos valorados o amados.

Todo este largo discurso se ha tratado de personas. Pero hoy mi llamado personal es a dirigir por un momento la atención hacia Jesús. ¿Has estado enamorado? Allí lo único que importa es agradarle a esa persona no importa lo que piensen los demás o lo que haya que hacer para estar con esa persona. Para correr en libertad en nuestra vida, hay que poner los ojos en Jesús. Si has puesto la mirada en las personas, has encontrado seguramente todos sus errores y sus traiciones. Te han herido. Ellos te han jugado chueco. Ellos te han maltratado. Ellos son ,los culpables. Pero si diriges tus ojos a Cristo no verás la solución, sino al dueño de las soluciones apuntando directo a tu corazón... "Has dejado de verme"... "Has dejado de confiar en mí".

Una vez puestos los ojos en Jesús, la vida es más liviana y podemos correr confiados en que Él nos está dirigiendo. Traidores, desconfiados, indiferentes, no comprometidos, egoístas... siempre van a haber (y nosotros no nos salvamos de estar ahí), pero hoy Dios nos hace una invitación a poner los ojos en su Hijo y como lo dice Juan: "El que tiene sed, venga a mí y beba"...

Tengo sed...

No hay comentarios.:

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...