14 de mayo de 2020

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcones se oían insultos.

Hace un tiempo, en la orilla de la plaza que da hacia el edificio de donde vivo, se había instalado una familia en situación de calle a vivir en una carpa. Sin embargo, una de las integrantes, al parecer con patología psiquiátrica, muchas veces gritaba improperios contra alguien invisible y hasta altas horas de la madrugada. Los gritos eran constantes en medio de las noches silentes. Creo que todos estaban cansados porque últimamente ella gritaba más de lo usual y no dejaba dormir.
Esa noche alguien - de alguno de los edificios aledaños -  había llamado a carabineros. Cuando ellos llegaron a la plaza, todo el mundo se revolucionó gritando, aplaudiendo a favor, queriendo que se la llevaran de ahí... "Llévense a la vieja loca" fue lo que más recuerdo.

Meses antes, en medio del estallido social, esas mismas voces de los edificios, también gritaban por la dignidad de un pueblo abusado y cansado de un sistema social y económico desigual. Sus cacerolas no paraban de sonar y sus gritos en contra del gobierno no cesaban hasta muy tarde. La dignidad que tanto exigían para el sistema, no aplicaría entonces para una mujer con patología psiquiátrica que los molestaba con sus ruidos nocturnos.

Todo esto me hizo pensar en cómo esta hipocresía se nos ha incrustado en lo más profundo de nuestro corazón. Con la misma boca con la que gritamos por la dignidad de un país, también proferimos insultos hacia otra persona en problemas. La llamo cultura del balcón. Es un lugar que ocupamos desde lo alto de nuestra moral para insultar a otro, golpearlo, hacer ruido, pero sin movernos un sólo centímetro de nuestra comodidad. Lo más triste es que se ha colado en nuestras actitudes, pensamientos y decisiones. Nos resulta sencillo insultar sin dar soluciones. Nos resulta tentador poner a alguien (quien sea) en la silla de los acusados para apuntarlo. Hasta que nos toca a nosotros. Cuando somos nosotros los discriminados o nosotros los apuntados, por fin entendemos el principio más simple y profundo: somos falibles y necesitamos compasión.

Mi oración es que Jesús me saque de esa cultura del balcón. La cultura cómoda, sin involucramiento. La cultura que elimina a todo aquel que me incomoda y que no me atrevo a amar, aunque piense diferente. La cultura que me mantiene sujetado a un balcón sin moverme y que me hace creer que he logrado más que los demás por el simple hecho de vivir más alto. Logro entender por qué Jesús apuntó siempre al corazón del ser humano: porque no importa si los Estados o gobiernos cambian o el sistema completo cambia; si no cambia mi corazón, de nada sirve todo lo demás.


31 de marzo de 2020

Crisis

Pareciera ser que, cada cierto tiempo, todo lo que creíamos seguros, desaparece. Es una extraña sensación de abandono de la seguridad a la que nos aferramos. Relaciones, dinero, trabajo, vivienda, títulos, gobierno. Se transforman en nuestros dioses, hasta que la crisis revela lo más sensato: nada de eso puede salvarnos ni es confiable eternamente.

Esas crisis revelan lo que somos, tanto para bien como para mal. Sin embargo, Dios nos llama a vivir la crisis con él. A no poner la mirada en nuestro propio conocimiento, sino en la convicción de que él no nos abandona como los otros dioses que fallan. Me llama a poner toda la esperanza en su mano que tiene cuidado de mí...

Por muchos años, revelados en muchos escritos de este blog, viví desesperanzado y lleno de cuestionamientos. En medio de todas esas crisis, algunas más fuertes que otras, la gran conclusión fue que Dios siempre vence al final, aunque lo veamos o no reflejado en nuestras circunstancias. Si le entregamos todo, su visión y trabajo a largo plazo, hará que nuestros corazones sean transformados.

"El Señor es mi luz y salvación,
entonces ¿por qué habría de temer?
El Señor es mi fortaleza y me protege 
del peligro,
entonces ¿por qué habría de temblar?" . Salmo 27:1 (NTV)

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...