21 de diciembre de 2011

Agradecido por mis papás

A mis papás los quiero mucho... Siempre pienso en ellos cuando llega la navidad. No sé por qué pienso en lo mucho que valoro sus vidas. A veces no se los expreso mucho y tal vez es algo que debo trabajar en mi vida. Tal vez lo expreso sin muchos "te quieros", pero me gustaría decírselos más seguido. Porque a pesar de todo lo que hemos vivido juntos como familia y a pesar de todas las divisiones, Dios me los regaló y quiero cuidarlos.

Hoy el escrito es breve y se tiñe de emociones al redactarlo. Cuando echo una mirada hacia el pasado, solamente existe en mí el desafío de que debemos levantarnos como familia y seguir construyendo todo de nuevo como lo hemos hecho. A seguir soñando todos juntos y a no perder la unidad fraternal que nos caracteriza...

12 de diciembre de 2011

El Dios de la Navidad

Al pasar, miro las luces que en antaño traían la tristeza de vivir de la angustia, la depresión y la desilusión. Son esas luces navideñas que desde pequeño me llamaban la atención por su diversidad de colores y por sus melodías que, agudas y todo, me daban un efímero sentimiento de familiaridad. Son esas luces que me recuerdan a los míos... a aquellos que siguen con nosotros, a aquellos que ya han partido y a aquellos que respiran sus últimos momentos, tal vez años, tal vez meses o tal vez horas.

Al mirar las casas llenas de vida en sus ventanas, le pido a Dios que traiga mucha luz a nuestras vidas en esta navidad. Los verdaderos colores son los del perdón, del abrazo de reconciliación, de amor y de esperanza. Sin esos colores, la navidad se vuelve vacía, presa del consumismo y el hedonismo en que cae la sociedad a menudo. La navidad no se trata de árboles más adornados, o quien gasta más dinero en regalos, ni la calidad del regalo... Porque el mejor regalo es lo que algunas familias no tienen: unidad, amor, un padre y una madre, etc. La navidad es llenar los espacios vacíos, saciar al necesitado, traer la esperanza a los depresivos, liberar a los cautivos, dejar de lado el egoísmo, perder, rendir el orgullo y expresar.

Mientras camino, recuerdo el tiempo en que las mismas luces invocaban tristeza y las lágrimas surgían sin permiso. Lo bueno es que era de noche y nadie miraba que mi cara estaba roja de haber llorado tanto. Fueron tiempos dolorosos, sobre todos esas navidades del 2006-2007, en que las caminatas nocturnas se extendían solitarias pero llenas de pasión por Dios... Habían problemas en mi casa, pero extrañamente, el amor de Dios estaba fuertemente manifestado en mi corazón. Eran lágrimas de amor por Él y un deseo profundo de conocerle y amarle con todo mi corazón... En medio de todo eso, conocí lo que era el verdadero agradecimiento: "Sentirse completo por el simple hecho de estar con Dios". Su presencia era suficiente para vivir...

Ya me acerco a la casa y, antes de abrir la reja vuelvo a agradecer a Dios por mostrarse como mi Padre. Ahora las navidades han vuelto a ser como aquellas que disfrutaba en los tiempos de mi infancia, en donde las esperaba ansioso de ver a mi abuela, a mis primos, a mis tíos y decirles que estaba contento de verlos y compartir con ellos. O agradecer que comiéramos un pollo asado, con aquellas papas tan buenas que hacía la tía Prisci. O darle gracias a mi abuelita por haberme comprado un regalo pese a su preciada pensión. O estar contento porque todos nos sentábamos a las 12 de la noche a repartir los regalos y a decirnos feliz navidad. Je. No sé por qué esta navidad ya la siento tan diferente... es como si estuviera llena de libertad. Sí, debe ser eso... Es la libertad que Dios me ha hecho respirar durante todo este año.

"Señor, te anhelo... Mi mundo alrededor puede caerse, pero tú permaneces fiel. Todo alrededor puede fallar, pero tú nunca fallas. Tú vuelves los tonos grises en colores de vida y resplandeces sobre nosotros. Tú eres el centro de la navidad... Porque necesitábamos un salvador, necesitábamos a alguien que nos abriera el camino a Dios; alguien que diera esperanza a nuestro corazón y que sanara nuestras vidas. Aunque muchas veces nos vemos débiles a nosotros mismos, tú nos miras como fuertes. Si creemos que somos pobres, tú nos miras como ricos y llenos de potencial. Somos tus hijos y tú nuestro padre. Moldéanos como el alfarero a su vaso de barro y haznos más como tú... Te adoro Señor... te agradezco porque has cambiado el sufrimiento por alegría, el temor por seguridad en ti y el miedo al fracaso por fe en ti..."

7 de diciembre de 2011

Esa capacidad de asombro


Me gusta observar a los niños. Lo hice por mucho tiempo con mis hermanas pequeñas cuando salíamos a dar vueltas cerca de la casa. Me quedaba observando su sencillez y su inocencia. Muchas veces nos sentábamos en el pasto a conversar y a contar historias. Una vez les hice ponerle nombre a las estrellas je... Aún recuerdan eso y me da gusto cuando relatan la experiencia... No es malo ser como un niño, especialmente cuando se trata de ser rápidos en dejar el pasado atrás y en perdonar sin rencor. Tampoco es malo cuando adoptamos su sencillez para ver la vida y para tratar a los demás, sin rollos internos y sin tantos cuestionamientos.


Ellos descubren la vida y se asombran de ella a medida que van abriendo los ojos a cosas nuevas. Tal vez por eso Jesús dijo que debíamos ser como ellos para entrar en el reino de los cielos. A veces no se trata de grandes campañas de evangelización o de grandes eventos; se trata de sencillez, de humildad y de algo que tienen los niños y que se puede extrapolar a los espiritual: crecimiento. Los niños crecen por un componente genético, hormonal y también porque hacen ejercicio y descansan. El niño vive el día a día. A veces no puede dormir en la noche porque el papá le prometió que al otro día saldrían a la playa. Ansioso, espera que despunte el alba y que llegue la hora de cargar el equipaje y partir.


A veces nos falta algo de eso para agradecer por todo lo que Dios nos ha dado: "capacidad de asombro y de expectación". Cuando tengamos una pizca de eso, estaremos muy cerca del reino de los cielos.

1 de diciembre de 2011

El motivo del agradecimiento


Un jefe complicado. Un compañero de universidad insoportable. Un pasajero que en la micro me empujó sin pedir disculpas. Un papá mal genio. Una muerte no esperada. Etc. Son tantos los motivos por los cuales podríamos quejarnos... Nos quejamos por la relación que tenemos con otros, porque hace calor o porque hace frío. A veces nunca nos saciamos. Decimos: "Si cumplo esto en mi vida, voy a ser feliz", y cuando llega eso, inmediatamente aspiramos a más y nos sentimos vacíos de nuevo.

Cuando agradecemos, ponemos la mirada en lo bueno y no en lo malo. Centramos el discurso en lo que se ha cumplido y no en lo que falta por cumplir. Reubicamos nuestra atención en lo importante por sobre los detalles innecesarios. Como diría Jesús: "... La vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido". Al agradecer, decimos: "No importa lo que esté pasando; te agradezco porque te tengo a Ti". A veces no nos conformamos hasta que se soluciona todo, sin embargo, Dios está interesado en cambiar y forjar nuestro carácter antes que cambiar pronto las circunstancias. Desde ahora, cuando oremos, no reclamemos que Dios cambie las cosas a nuestro antojo y a nuestro tiempo. Eso es precisamente centrar nuestra vida en nosotros mismos. Más bien, pidamos estar con Él y que nos baste su gracia y una relación fuerte con Él para superar las circunstancias dolorosas.

"La vida se torna de nuevos colores, cuando decidimos ver la actividad de Dios por sobre las del diablo. Cuando centramos la vida en lo que Dios quiere, comienza a brotar la adoración verdadera, es decir, aquella que no se basa sólo en lo que sucede alrededor, ni tampoco se fundamenta en deseos personales. La adoración sincera no anhela más que al Señor y Su compañía. Es allí donde se revela y nos muestra Su paz... Esa paz no es pasiva, sino que es capaz de aplastar en breve al enemigo"

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...