
La tarde estaba fría y desolada. Los árboles se movían al vaivén de la armonía del viento. El sol se escondía tras las calladas montañas. El cielo cada vez más oscuro, me dio la señal de que debía apurar el paso. Caminaba por Avenidad La Paz. El viento seguía corriendo fuerte; yo no estaba para nada apurado. La gente seguía trabajando en sus labores: vi a algunos cargando los pesados cajones de la Vega Central, otros gritando los productos que vendían, y así... muchos esforzados trabajando.
De pronto me decidí a ver la realidad en la que estab inmerso en aquel momento. Era como si me hubiera decidio a abstraerme de la realidad para conocer la necesidad de las avenidas aledañas a mi universidad. Entonces se abrió ante mí un cuadro impresionante. Mientras caminaba mis ojos comenzaron a cristalizarse cada vez más. El viento seguía pasando y me dio frío. La escena de pronto se detuvo y vi a gente sufriendo, vi a un hombre tendido en la calle vomitando una sustancia verde. Seguí caminando y un hombre me tendió la mano para que le diera una moneda. Pasé de largo... Lo dejé con la mano extendida allí.... Pero no alcamcé a dar cinco pasos cuando me detuve y me devolví... Le di 100 pesos y me fui. Vi algunos vagabundos y gente muy pobre. Vi a otros que caminaban callados, sus ojos bajos y cara dañada por el paso de los años.
Caminé y vi una iglesi que justo ese día tenía servicio y a esa misma hora!!!! Entonces crucé la calle. En la puerta, un hombre robusto y vestido con un terno de color, al parece vigilaba la puerta. Traté de divisar gente dentro de la iglesia, y vi a gente vestida similarmente al hombre de la puerta. Recuerdo haber visto a una mujer pidiéndole alimento al mismo hombre. Ella estaba con su hija. Ante esta petición, el hombre accedió y la hija de la mujer pasó a buscar un huevo.
De nuevo paré....La escena se paralizó. Vi a un vagabundo frente a la iglesia, y mucha gente que pasaba por fuera del templo y mirando de reojo al predicador que esa tarde daba una lección de la Biblia. Parece que no era un mendigo... ya eran dos. Entonces me afligí. Parecía que todo había aumentado de amplitud en ese momento: el viento me daba frío, y mis pensamientos eran miles, todosd tratando de reordenar la escena que ante mis ojos se llevaba a cabo.
Guardé silencio...
Enumeremos lo que vi:
1.- Un hombre vomitando
2.- Gente afligida, cansada y derrotada
3.- Un hombre que me extendió la mano, pidiéndome dinero.
4.- Vagabundos
5.- Una iglesia
6.- Mendigos en la acera del frente de la iglesia.
Esto no era teatro, era la realidad. Era el sufrimiento y la crudeza de la vida en vivo y en directo. Quise que todo fuese una historia imaginada en mi interior. Imaginé a esos vagabundos y a esa gente llenando la iglesia. Después bajé a la realidad y vi 20 personas sentadas escuchando a un hombre de terno. Imaginé que esas personas tenían dignidad. Guardé silencio...
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Lo único que se me vino a la mente fue que existe un evangelio y Jesús. Sólo en ese momento quise gritar fuera de la iglesia y decirles a esos 20 que estaban sentados: !!!Salgan de ahí!!! La iglesia está en las calles, predicando las buenas noticias a los pobres, perdonando pecados a las personas y sanando a los heridos. !!!Salgan de ahí!!! ¡¡¡Hay un hombre vomitando en la otra cuadra!!! ¡¡¡Hay mendigos que ayudar!!! ¡¡¡Saquen a Dios del cielo y llévenlo a las calles!!!
Guardé silencio...
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No grité. Sólo fue una angustia interior y un grito del espíritu. Algo me hizo tener un gran anhelo por esas personas. Quise enfurecerme dentro de mí contra la Iglesia y contra su obra en la tierra, tan desconectada de la realidad; pero de pronto reviví la imagen de la moneda de $100 pesos que le di al medigo y quise de nuevo llorar: parece que una moneda de cien pesos pudo más que el evangelio presentado sencilla y humildemente.
Guardé por tercera vez silencio y sentí la gracia de Dios... El evangelio es distinto bajo el lente de la gracia, bajo la mirada del Padre. Entonces pude decir con la sencillez de un niño y sin tantas complicaciones en mi mente: "Heme aquí, Señor. Envíame a mí".