
Siempre me ha llamado profundamente la atención la forma en que Jesús se reveló a las mujeres. Era una manera especial. Si no es así, pregúntenselo a María Magdalena, quien fue salvada de una lluvia de piedras debido a que fue descubierta en adulterio. O entreviste por un momento a María, la de Betania, quien decidió estar a los pies del maestro escuchando sus palabras en vez de realizar los quehaceres de su casa, como su hermana Marta. Vuelvo a repetir: algo había en Jesús que llama profundamente la atención, y que hasta ahora sigue generando gran espectación en mí. Jesús era un rompeesquemas. ¿Quién imaginaría que Jesús se iba a acercar a una mujer? ¿Y más encima samaritana? Nadie lo creería, pero así fue.
Analicemos la escena: los discípulos de Jesús habían ido a comprar de comer. Jesús estaba solo. Una mujer samaritana se acerca al pozo de Jacob. Jesús también lo hace. Allí comienza todo. Puedo imaginar la extrañeza de la gente que pasaba, de los samaritanos que observaban tan extraño evento. Nunca se había visto que un judío se dirigiera a un samaritano, menos a una ¡¡¡MUJER SAMARITANA!!! Era lo más bajo... ¿Cuál fue la oferta? Agua. La mujer hablaba del agua natural, mas Jesús hablaba de un agua viva. ¿Quién puede pensar en un agua de vida? Nadie, es inconcebible. Sin embargo, nosotros nos hallamos muchas veces en esa conversación con Jesús. En un diálogo en el que no entendemos qué quiere decirnos y al final mezclamos lo natural con lo espiritual. Pero la mujer deseaba esa agua viva del maestro. No sabía qué era realmente. ¿Has sentido que quieres algo de Dios, pero no sabes qué es ni cómo es?
La mujer se a pedir esa agua. Pero Jesús hace un quiebre. "Ve, llama a tu marido, y ven acá". Esa fue la orden para la samaritana. Puedo imaginar la cara de la mujer cuando escuchó esas palabras. Tocó el tema que no debió haber tocado, ese que nadie quiere conversar, ese que todos evitan porque trae a la memoria reminiscencias de años de sufrimiento y años de dolor. Pero esa era la orden. La mujer no podía esconderlo más. Ya no era posible. Entonces contestó: "No tengo marido". Las palabras demoraron un par de minutos de salir de la boca de ella. Fueron escuetas y acompañadas de un nudo en la garganta. Los samaritanos seguían pasando asombrados. Y Jesús procedió a decir lo que estaba en su corazón. Sí, la mujer había tenido 5 maridos y el que ahora tenía no lo era. Es un episodio fuerte dentro de la vida de la mujer. Era el evento que nunca esperó.
¿Qué tiene que ver esto con el agua viva? TODO. Cuando la mujer le pidió esa agua, Jesús apuntó a su problema, a su carga, a su atadura, a su testimonio. El agua viva limpia el corazón, y ya no importa lo que hayamos hecho. Ya no importa. En un pozo la vida de una mujer cambió. ¿Y dónde cambió la tuya..? Anhelaría haberme encontrado así con el Señor, que dijera la verdad acerca de mí. Y verdaderamente lo ha hecho. Lo más importante no es lo que está en la imagen, en las apariencias Está en mi corazón. La imagen que las personas pueden tener de ti es en verdad una ilusión, es una fantasía. Lo verdadero está en tu corazón, y sea donde sea, el maestro anhelará encontrarse con algún samaritano desesperado por agua, sediento de El. La vida de la mujer cambió a tal grado que su entorno no le fue indiferente.
Podemos sacar varias lecciones acerca de esta historia. Primero, que Jesús nos hace libres de todo recuerdo del pasado que nos trae tristeza, heridas y rencores. Segundo, que un verdadero adorador es capaz de vencer el qué dirán y enfrenta los esquemas impuestos por la sociedad en que vive, y vive para ir en contra de esos esquemas con una decisión firme de imitar lo que Jesús hizo en sus tiempos. Y lo tercero, que cuando aceptas a Jesús y escuchas lo que El dice de ti - y no le que los otros dicen de ti- tu vida experimenta un cambio que todos a tu alrededor notarán, porque quien ha tomado del agua viva no será nunca más igual; habrá una transformación.
El Jesús que yo creo es un Jesús que no se encueadra a esquemas impuestos por una religión o una sociedad. Cada vez me asombro más de que se interese por mí, y por tener una relación personal conmigo en el secreto de un cuarto, o en la intimidad de mi habitación. Me asombra saber que mi identidad se encuentra allí y no en que lo que las personas digan de mí. Cuando Jesús llegue a tu vida, y tomes de Su agua, podrás gritar: "SOY LIBREEEEEEEEE", e imaginarte una entrevista con la mujer samaritana, y darte cuenta que el mismo maestro trajo a luz tus errores para hacer libres a los hombres de su opresión.