25 de junio de 2008

Te lo rindo todo

Su cama en ángulo obtuso y sus sábanas sobre sus manos denotan su condición. Esas arrugas de años de caminar, de años de caminar con un corazón a medias me hacen respetarlo. Creo que nunca lo había querido como ahora. Creo que nunca como ahora me había gustado tanto saludarlo y preguntarle cómo estaba... y verlo cómo hace sus ejercicios matutinos. Se los presento: mi abuelo. Setenta y cinco años, casado, tres hijas y un hijo. Cánceres, preinfartos, accidente vascular, forman parte de su listado de enfermedades. Mmmmm... pese a todo, veo a Dios en los ojos vidriosos que me miran cada vez que lo saludo... Veo en él, una herencia de pasión por Dios e hijos de hijos que impactan vidas.
Su ejemplo es uno entre varios para mí. Sobre todo porque canutos hay miles, pero apasionados por Dios, pocos. Me defino como alguien soñador... un inquieto por hacer cosas nuevas, ser alguien diferente, romper la rutina y las tradiciones que siempre he llevado. Eso me ha llenado de temores porque yo, como todos, nos gusta lo conocido. No he tenido muchos éxitos la verdad. Hartas veces he querido que la gente se apasione por Dios, pero no lo logro... cuando me pasa eso, pienso que en realidad no soy yo el que cambia a las personas ni las atrae a Dios, sino que es Él. Mmmm... he pensado si seré buen hombre más adelante o cambiaré como he visto que tantos hombres cambian... sobre todo en el trato hacia los demás. Si escribiera todos esos pensamientos, seguro ocuparía muchas líneas. En fin... sólo la voz de Dios se escucha como un eco desde mi niñez: "Yo voy contigo, nunca cambiaré"... "todos tus hijos serán mis adoradores". Es la voz de Dios que escucho tan fuerte que quiebra mis esquemas y temores... que me llama, que enciende mi fuego. No es religión, tampoco es un simple estilo de vida... es mi pasión y mi todo.

"Señor... mi oración es que te hagas fuerte en medio de nuestras adversidades. Perdona nuestros errores diarios y llámanos a ser hombres y mujeres que amen tu corazón".

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