19 de febrero de 2011

Yo también valgo


Preguntarnos cuánto valemos es una buena reflexión que deberíamos hacernos cada cierto tiempo. No para centrar la atención en nosotros y ser autoreferentes o egoncéntricos, pero sí para que nuestras relaciones con los demás sean sanas. Todos tenemos autoestima, sean hombres o mujeres, sólo que ésta se manifiesta de maneras diferentes en cada uno. Algunos aparentan ser muy seguros de sí mismos, pero por dentro son débiles y necesitan el apoyo de los demás para no sentirse a la deriva. Otros, en cambio, parecen débiles, pero por dentro guardan una fortaleza que se manifiesta especialmente en los momentos difíciles de la vida. Lo importante, independiente de cómo sean nuestros temperamentos, es que sepamos que tenemos un valor como personas y que dicho valor debe ser cuidado por nosotros y respetado por los demás.

Hay veces en que este tema sale a la luz luego de conflictos amorosos o problemas de relación con familiares o amigos de los cuales sentimos que nos faltan el respeto. Frente a estos conflictos están quienes no hablan nada y se lo guardan todo, sufriendo en silencio. Si bien las mujeres al parecer sufren más de esto, lo hombres igual tienden a guardarse esa emocionalidad y preferir el silencio antes que reaccionar frente a los insultos. También están aquellos que explotan en el momento y que dicen lo que piensan sin importar que pasen a llevar a los demás. Esto para algunos es lo más sano (descargarse de manera de no acumular enojo o pena), pero se vuelve lamentable cuando lo ocupamos como actitud de defensa frente a todo lo que nos parezca ataque. Aquel tipo de personas que son "a la defensiva" creen que los demás no se dan cuenta de su debilidad, pero ese tipo de actitudes deja entrever mucho que su corazón aloja heridas y problemas no resueltos. Quien tiene una actitud y un corazón sano, no necesita defenderse de todo, sino más bien puede callar en los momentos adecuados y hablar cuando la circunstancia lo amerita, y sin necesidad de hacerlo pasando a llevar a todo el mundo.

Cuando uno piensa en cuánto valemos, la figura de Jesús viene a la memoria, como una muestra de su amor y su esperanza hacia nuestras vidas. Tal vez nunca le hemos preguntado a él nuestro valor. Los clichés nos dicen que él murió en la cruz y que eso debería bastarnos. Sin embargo, hoy apelo a un encuentro personal con aquella cruz. Cuando sólo tenemos la información (intelectualmente) de que Dios nos ama y dio a su hijo por nosotros, eso terminará en ser un argumento religioso más (con sentido intelectual, pero sin vida en sí mismo). Sin embargo, cuando es Dios mismo quien nos hace ver lo que valemos, entonces tiene sentido la vida que Él nos ha dado. Cuando pasa eso, la religión cae y da paso a la vida que Él quiere... no aquella que se seca de clichés religiosos. Nos damos cuenta, además, que es saludable quererse a uno mismo y velar porque otros también nos respeten y nos quieran, sin caer en el egoísmo o egocéntrismo.¿Cómo saber lo que valgo delante de Dios? La respuesta es una: intimidad con Él.

1 comentario:

JamesRock7 dijo...

Opino que debemos conocer qué es lo que Dios dice de nosotros, para poder enfrentarnos bien a las mentiras que nos puedan decir otros.

Salu2 amigo!!

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