11 de abril de 2016

Amado y especial

Nunca me había puesto a pensar en lo importante que es sentirme amado. Esto nos ayuda a amar sanamente también y sentir un real valor de nosotros mismos.
Cuando pensamos en el amor, inmediatamente se viene a la mente muchos gestos, actos o actitudes hacia otros. Sin embargo, para poder amar y hacer sentir especial a otros, creo que es importante amarnos también a nosotros mismos. No de una manera ególatra. Sólo sano. Es decir, saber de corazón que el Señor nos ama y vivir a partir de esa base.

Creo que no todos lo tienen muy claro. Haciendo un pequeño ejercicio de introspección, comencé a buscar cosas que yo mismo veía buenas en mí y claramente la balanza se inclinaba a encontrar muy pocas virtudes. Más bien la crítica era lo primero que surgía. Me di cuenta que tal vez no tenía tan claro el amor de Dios hacia mí mismo, si yo mismo era quien me rechazaba. A veces incluso es lo que proyectamos sin darnos cuenta...

Muchas inseguridades y temores vienen de no sabernos amados por nuestro entorno. Partiendo desde las figuras materna y paterna, pasando por nuestros amigos o redes de apoyo, hasta llegar al sabernos amados por el Señor. Tememos al rechazo y a la burla. Pensamos de manera obsesiva que le debemos algo a alguien y que debemos vivir en base a lo que otros digan o determinen de nosotros.

En esta noche en que escribo, y si alguien todavía me lee, quiero que juntos hagamos un momento de pausa. Simplemente acallar la autocrítica, la crítica ajena y bajarle el volumen a nuestra propia percepción de nosotros mismos. Por un segundo pongamos nuestra mirada hacia nuestro interior y no a evangelizar o "hacer cosas" para sentirnos valorados o incluso usados por Dios. Por un momento centrémonos en el verdadero punto de partida y hoja de ruta: el inmenso amor del Padre hacia mí. Y en ese silencio, permitamos al Espíritu Santo convencernos de corazón que nos ama entrañablemente, más allá de nuestra imaginación y más allá de lo que otros digan de mí.

Para recibir el amor de Dios no es necesario presentarse con grandes curriculums o pedirlo luego de haber realizado una buena acción. Simplemente está. Para darnos valor. Para amar del mismo modo como Él nos ama a nosotros. Para cuidarnos. Para abrazarnos. Para tocarnos. Para llenarnos de Él. Cuando conoces su amor, conoces su esencia, su naturaleza.

Ese es el lugar que nos pide estar. No en el estrés, afanados de tanto quehacer. No en el afán de servirle. Sino en el amor. Siempre habrá un tiempo para ti en Su amor. Siempre habrá una palabra de afirmación. Siempre habrá una palabra de ternura y de paz, para poder traspasarle esa mochila de críticas, de rechazo y de años de oscuridad.

"Gracias Padre por el tremendo amor que me has dado. No lo podría medir ni alcanzo a imaginar sus dimensiones. Sólo sé que está y que quieres que lo recibamos. A quienes nos cuesta amarnos, ven y muéstranos día a día ese amor transformador, para saber que en tu presencia el aprendizaje de la vida puede ser sano. En tu amor nuestra imperfección queda completa... Aún en el error más grave o en el pecado más horrible, tu amor no mide tamaños y clasificaciones. Se derrama sobre todo aquel que cree. En tu amor encontramos sanidad y perdón. Caen las murallas y las armas de guerra. "No es tu batalla", nos dices. Es en ese amor donde todo lo que hacemos cobra sentido"

1 comentario:

Anónimo dijo...

aunque el mundo caiga, el amor de Dios sigue igual.

Bendiciones !!!
Nataly

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...