16 de diciembre de 2010

No fuerces tu destino


La inspiración de este blog fue pensada en centrar el discurso en la restauración. La palabra en sí significa "volver al estado original", y, claro está, que muchas veces en la vida debemos volver al principio para comenzar de nuevo algún asunto. Generalmente restauración se liga mucho con los problemas emocionales o relacionales, pero restaurar también puede significar recomenzar un proyecto abandonado o recuperar sueños que se habían abortado. Cuando forzamos a las personas a ser sanadas, no resulta, así como cualquier cosa en la vida que hacemos en nuestras fuerzas. En esto uno ve que es Dios el que nos acerca hacia sí mismo y nos brinda la anhelada restauración. Si confiamos en él, en algún momento responderá a nuestra oración y anhelo, y nos sanará... a su manera y a su tiempo.

Cuando forzamos situaciones, nos desgastamos y desgastamos a los demás. Confiar en Dios es todo un desafío de paciencia y de coraje que demandará de nosotros fe aun cuando no veamos nada o cuando veamos que todo funciona totalmente al revés de nuestra oración.
¿Cuándo sé que he forzado una situación? Cuando quiero algo y porfío aunque no vea resultados y asoman profundos sentimientos de frustración. Ese es el momento propicio para dejar de pensar en los cómos y los por qués y depositarlo en la voluntad de Dios. En la práctica esa voluntad de Dios podrá ser la solución del problema, como su no solución, dependiendo del caso... pero ante todo, al confiar en Él traerá paz y esperanza de que las cosas de nuestro presente y de nuestro futuro ya están en su conocimiento.

Cuando forzamos a la gente a que sea como nosotros queremos o las intentamos adaptar a nuestra forma de hacer las cosas, pronto se generará un desgaste en la relación. Lo importante, cuando suceden esas cosas, es tener la humildad para reconocer nuestras debilidades y también el esfuerzo para cambiar por el bien del otro. Saben... cuando entendemos eso en nuestra vida, se respira un aire más libre, sin la presión de querer controlarlo todo e incluso cuando hay problemas, podemos aceptar las sugerencias de los demás y no actuar de manera independiente todo el tiempo. Cuando dejamos de porfiar con Dios y rendimos todas nuestras defensas y temores, su paz y su seguridad nos lleva a cambiar y estar más alineados a lo que quiere para nuestras vidas.

2 comentarios:

JamesRock7 dijo...

Es difícil rendir esas cosas que uno sigue tirando a la fuerza... pero parece ser que es lo mejor.

Salu2 amigo!

Anónimo dijo...

Esoooooooo!!!! ....me gusto !!!
es un proceso el que se vive personalmente, a veces nos apresuramos que Él nos sane de inmediato, pero No!
Él sabe en que momento lo hace, cuando con Humildad reconocemos y nos rendimos por nuestras debilidades ante Él.

Bendiciones,

Andrea M. :D

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