16 de mayo de 2011

El poder de Dios: una cuota de asombro

Ese día no hacía mucho frío a pesar del tenue sol de aquel invierno. En la calle una señora le preguntaba a la gente que pasaba, si podían darle una moneda para poder comprar algo para comer. Recuerdo que pasé de largo, hasta que algo me dijo que volviera donde ella. Le di cien pesos y me senté a su lado. Comenzamos a hablar. Le pregunté acerca de su familia, de por qué estaba allí pidiendo, qué había pasado, etc. Ella, algo hosca me respondía lo suficiente y algo cortante. A pesar de eso, pude conocerla un poco y saber por qué estaba en esa condición. Cuando le pregunté si creía en Dios, me dijo que sí, pero noté algo de desilusión en su mirada. No quise indagar... Recuerdo que me quedé callado un buen rato y luego le pregunté si quería que orara por ella. Me dijo: "Sí, pero ore usted solito mejor". Es otras palabras, gracias pero no...

Cuando hay desgracias en nuestra vida, es fácil dejar de mirar el poder y la esperanza de Dios. La mirada se traslada hacia nuestro yo, nuestras ocupaciones, lo que nos ha resultado bien y lo que no. Hasta Dios se vuelve ese frío recuerdo de lo que alguna vez conocimos... Se vuelve como esa linda experiencia que tuvimos en un instante de nuestras vidas, pero que ya no tiene el mismo sentido que antes... como si no tuviera relevancia para el día de hoy...

¿Has mirado con desilusión a Dios? Uno por fuera dice que no, pero en el fondo a veces hemos pensado en Dios y hemos dicho: ¿Cómo no ve la situación en que me encuentro? Y así avanzan los días... los meses y los años... Y Dios sigue ahí como el tibio movimiento de algunas aguas, que va y que viene pero que ya no transforma como antes, que ya no tiene la misma efectividad que antes... Te has ido lejos; has permitido que la decepción te domine y ya cualquier cosa te afecta más de lo común. Deseando incluso abortar tus sueños...

Esto me hace recordar el "Príncipe Caspian", uno de los libros de Las Crónicas de Narnia de C.S.Lewis, donde pareciera ser que Aslan, el gran león, ha olvidado a Narnia y ha permitido que ésta sea conquistada y asolada. Muchos de los animales que antes hablaban, ya no lo hacían; algunos veían a Aslan como un cuento de la mitología. Lucía encarna muy bien este sentimiento de ausencia de Aslan, al preguntarle por qué había guardado silencio... De pronto, él hace su aparición y con ello la restauración de Narnia...

Dios nos invita a que, después de tiempos de desierto y soledad, veamos sus obras poderosas y que finalmente lo veamos a Él. La invitación suya no es a que seamos espectadores de lo que otros hagan, sino participantes de su poder. Antes de ver su poder, creo que es tiempo de que digamos: "Señor, volveré a ti"... Cuando nos volvemos a él de nuevo con todas nuestras fuerzas, él responde de manera abundante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

es increible y muy cierto lo que dice...
Bendiciones,
Andrea M. :D

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