2 de septiembre de 2014

El primero en mi vida

Hay un montón de cosas que con el tiempo pareciera que dejamos de hacer. Una de ellas, y que a medida que nos metemos en la rutina de la vida, es la intimidad con Dios. Muchas veces vivimos de las glorias pasadas, como cuando éramos disciplinados en la oración y lectura bíblica, pero no vemos que Dios quiere seguir hablándonos... quiere hablarnos acerca de los planes que tiene para nuestro "hoy".
Es importante responder a ese llamado otra vez. Cuando dejamos de verlo o cuando dejamos de buscarlo de todo corazón, nuestro corazón se comienza a enfriar y dejamos de sintonizar su palabra... dejamos de verlo como primero en nuestra vida y otras cosas (afanes, preocupaciones, responsabilidades) comienzan a tomar la prioridad por sobre Él.

Eso es lo que descubrí que me estaba pasando. Sin darme cuenta, estaba poniendo en primer lugar mi trabajo. Entonces todo lo que pasara en él, implicaba una absorción de mis energías y quitaba motivación y tiempo de buscar al Señor. Los problemas que se produjeron hacían tanto eco en mí que todo el día pasaba pensando en ellos. Mientras Dios quedaba más fuera de "mis planes", de "mis problemas", etc. Anhelo retomar mi relación profunda con el Señor, de manera de ser sensible a Su voz otra vez. Yo no sé si a otros les ha pasado lo mismo, pero agradezco a Dios que me haya hecho ver lo que antes no veía.. ver que el afán y la ansiedad no pueden estar por sobre la intimidad con él.

Así como puede ser el trabajo, hay otras cosas que pueden originarse de buenas intenciones, pero pueden estar quitando el primer lugar al Señor. Puede ser nuestra familia, nuestro cargo, nuestras responsabilidades diarias, alguna enfermedad difícil de manejar, etc. Cualquier cosa en la que ponemos todas nuestras fuerzas y esperanzas de felicidad que no sean Dios. Él nos dice que le amemos con todo nuestro corazón, nuestras fuerzas y nuestra mente, es decir, con todo nuestro ser. Esto no significa que dejará de haber temores o preocupaciones en nuestras vidas... seguro las seguirá habiendo. Lo que puede cambiar es cómo llevamos todos esos temores y preocupaciones a la cruz de Cristo y morimos a ponernos en el centro cada vez que hay problemas. Y cuando digo ponernos en el centro, me refiero principalmente a dos alternativas: o creer que podemos solucionar nuestros problemas por nuestras propias fuerzas, o victimizarnos, diciendo "¿por qué siempre a mí?" u "otra vez esto me pasa a mí".

Les invito a orar conmigo lo siguiente:

"Señor, sé el primero en mi vida. Declaro que nada se compara a ti: ni las mayores riquezas, ni el mejor trabajo, ni la mejor familia ni ningún amor a otra cosa o persona que no seas tú. Perdóname por darle tanta cabida a las preocupaciones y problemas, y así perder mi foco de ti.. Entiendo que en la medida que ponga todo mi amor, mis fuerzas y pensamientos en ti, tú serás quien ordene las cosas de la mejor manera, como lo ha sido siempre que he confiado en ti. Gracias por morir por mí y por morir por todo aquello que nos iba a afligir o nos iba a entrar en una ansiosa espera.
Revélate otra vez, te lo pido, no mirando lo bueno que pasó atrás, sino anhelando una palabra fresca de ti y una nueva unción de tu Espíritu. Amén"

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