12 de febrero de 2015

En búsqueda de la felicidad (Mateo 5)

Muchas veces he visto la película "En búsqueda de la felicidad" (The Pursuit of Happiness), la cual trata con un concepto y duro de la felicidad. Y en ella uno puede darse cuenta que la felicidad a la que todos aspiramos, es tal vez algo efímero, lleno de sacrificios previos o de anhelos no cumplidos.
La Real Academia Española define la felicidad como "Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien". También podríamos definirla como un estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno. Lo cierto es que, analizando nuestras propias vidas, ninguno podría decir que vive en un estado complacido. Yo no sé si es mi propia visión, pero siento que a veces nuestra sociedad está tan concentrada en esa autosatisfacción y querer llegar a esa felicidad para nuestras familias, que olvidamos el proceso... muchas veces queremos llegar a esa felicidad sin que nos cueste nada y sin conflictos.


A mí me pasaba mucho eso. Quería estar bien con todos, llegar a ser feliz sin causarle daño a nadie y sin tener roces con nadie. Sin embargo, no es el concepto de felicidad al que el Señor nos llama. Nuestra felicidad se basa en alcanzar el éxito y la comodidad. La felicidad que Dios nos muestra es una basada en la comunión con Él y por sobre los conflictos.
Así lo vemos en un pasaje de la Biblia, Mateo 5:1-12 que define la base del reino de los cielos, y que es totalmente opuesta a nuestro concepto de felicidad, el cual distaría de la pobreza en espíritu, de llorar, de ser mansos, de tener hambre y sed de justicia, de ser compasivos, de tener un corazón puro, de ser pacíficos y pacificadores; y de ser perseguidos e insultados.

Quisiera detenerme en cada uno de esos puntos y, probablemente utilice más publicaciones para detenerme en este proceso. Porque para ser pobres de espíritu no se requiere aparentar ni tampoco desprenderse de todos los bienes que se tienen. No se trata de algo material ni de una actitud que los demás deban ver o alabar. Alguien pobre en espíritu sólo lo puede ver el Señor, por tanto es una actitud que Él forma en nosotros. Ser pobre de espíritu nos lleva a entender algo muy simple, pero a la vez profundo: que no somos el centro. Cuando centramos la vida en nosotros mismos, depositamos mucha confianza en nuestras propias fuerzas y en cómo podemos solucionar cada problema o conflicto. En otro sentido, queremos sentirnos reafirmados por medio de nuestros actos, incluso los que a la vista de otros son buenos y dignos de alabar. Ser pobre de espíritu significa ser dependiente de Él en todas las áreas, no sólo en aquellas que se escapan a nuestro control, sino mucho más en las que parecen estar en nuestro control, dado que son esas las que nos mantienen pensando en que nosotros podemos salvarnos a nosotros mismos.

"Señor... a veces todo parece estar en crisis. No sólo vemos desastres a nuestro alrededor, sino también en nuestras propias vidas. Pero tú, quien ve en lo secreto, sin que nadie más pueda ver, nos conoces. Conoces quiénes somos. Sabes que, siendo pobres, queremos ser ricos y muchas veces aparentar y luchar en nuestras propias fuerzas. Por eso forma en nosotros esa pobreza en espíritu, porque no nos quieres humillar, sino ayudarnos a enfrentar cada momento de nuestras vidas con la felicidad que proviene de ti, es decir, de las que tienen el reino de los cielos en su corazón, y que a partir de eso viven. Gracias porque no somos el centro; cuando hemos querido serlo, terminamos frustrados, agotados, queriendo abandonar todos los sueños y enojándonos con todo el mundo. Pero tú no quieres eso para nosotros... más bien, anhelas que tengamos una relación contigo y seamos ricos en ti. Amén".

No hay comentarios.:

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...