18 de febrero de 2015

Un paréntesis [...]

Me he quedado pensando de manera profunda en el consuelo y en cómo el dolor nos ha vuelto insensibles. Tal vez el dolor es lo más "justo" que existe en nuestra sociedad, dado que toca a gente rica y a gente pobre, a gente famosa y a gente anónima. Todos nos encontramos de frente con el dolor en algún momento y hay varios caminos por los que podemos optar: 

1) Evitarlo, volviéndonos fríos, muchas veces insensibles no sólo a los demás sino a nuestros propios dolores.
2) Mantenernos heridos y adoloridos por mucho tiempo, haciendo de este dolor algo crónico y algo de lo cual somos esclavos.
3) Sufrirlo por el tiempo necesario, vivir el duelo, llorar... para luego secar nuestras lágrimas y seguir adelante, despojándonos de rencores y resentimientos.

No creo que esto sea algo estático... En diferentes momentos de la vida, enfrentamos de diferente manera el proceso del dolor, navegando entre la frialdad, la victimización y la sanidad. En ese proceso el Señor promete acompañarnos y guiarnos hacia la sanidad y el perdón. Es el mismo Señor que está en la tensión entre no encontrar el lugar/propósito deseado y haberlo encontrado. Por eso, cuando lloramos delante del Señor, Él promete tomar nuestras cargas y pelear la batalla por nosotros. No por nada dice que al corazón contrito y humillado él no lo despreciará.

Recuerdo bien un día en que estaba muy mal, en medio de circunstancias muy difíciles. Necesitaba llorar y soltar todo ese dolor que estaba viviendo. No necesitaba soluciones. No era el momento de reconciliaciones. Era el tiempo de llorar. Sin embargo, no podía. Fue en ese momento que un gran amigo llamado Jaime me dio ese empujón que necesitaba. ¡Qué bueno es tener amigos y una comunidad que a uno lo sostenga y ayude en tiempos difíciles! Por eso, lo mejor ante el dolor es buscar un amigo confiable y ser vulnerable de nuevo... confesar lo que creemos, lo que pensamos y lo que nos hace pensar. Lo importante es que, después de hacer todo eso, sequemos nuestras lágrimas, nos pongamos de pie y sigamos caminando, libres del peso del odio.



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