24 de agosto de 2011

Al Dios que todo lo cambia



"¿Por qué? ¿Cómo fue a suceder? ¿En qué momento esto se escapó de mis manos? ¿Qué más podía yo hacer?"... Todas esas eran algunas preguntas que te hacía en la intimidad... Preso de la desesperación de ver soluciones; preso de la ansiedad de ver que al fin podría respirar tranquilidad. Aún tengo fresco el recuerdo de cuando salí de la iglesia que me albergó desde mi niñez. Allí crecí. Allí me volví un adolescente y un joven. Allí estaban mis amigos, mis confidentes, mis ejemplos a seguir. Todo estaba allí. Allí yo tenía mi futuro...

No es fácil desprenderse de relaciones que se han formado durante tanto tiempo. No es fácil levantar la cabeza y pensar que las cosas serán mejores en el futuro, porque la esperanza es de fácil extinción y no quedan expectativas en mente. No es fácil, en especial si te fuiste muy dañado de ahí. Recuerdo que esa iglesia significaba mucho para mí y que las personas que se congregaban en ese lugar eran de especial cariño para mí. A causa de los problemas, tuvimos que tomar la decisión de marcharnos. Nos dolió. Nadie lo supo. Lo hablamos en privado... no "pelamos" a nadie con otras familias. Nos tragamos el dolor y las lágrimas. Y como familia volvimos a estar solos. Y así, cada uno, vivió el luto de la desilusión, de la desesperación de no saber a qué iglesia ir o a qué comunidad asistir. Nos dispersamos. Algunos se han desilusionado de la iglesia; otros, aún tienen la esperanza.

Recuerdo que muchas veces intenté sin éxito integrarme a otra iglesia. Aún estaba fresco el recuerdo del dolor y de la decepción. Otro trabajo era perdonar. Incluso pensar en tener que perdonar me traía más dolor... y así el círculo vicioso se extendía sin permiso... Mientras oraba, le pedía al Señor que me diera claridad y que nos mantuviera unidos como familia. Mmmm, pasó todo lo contrario en realidad.
Han pasado varios años después de esa crisis. Mirando hacia atrás veo que no es fácil volver a integrar una nueva comunidad si te han herido o alguien cercano te falló con o sin intención. Pero allí, en la soledad de la oración y del encierro en mi pieza con el Señor, Él mismo me sanó y se descubrió a sí mismo como el Dios de mi vida. Después de esa crisis, me dediqué a buscarlo con todas mis fuerzas y desesperadamente. En ese momento no tenía nada más que hacer. Me rendí. Le dije que no volvería a preguntar por qué pasó lo que pasó. Tampoco le preguntaría por qué mi familia se dispersó. Tampoco me quejaría como un niño. Solamente le dije: "Haz de mí lo que quieras". En esa búsqueda desesperada, recuerdo una palabra que Dios me dio: "Tú tienes un llamado muy profundo, el cual no he olvidado"...

Dios puede cambiar las circunstancias pero primero nos cambiará a nosotros. Como diría un libro de Max Lucado - uno de mis escritores favoritos - "No puedes enfrentar a tus gigantes, si primero no enfrentas a Dios". Es en el encuentro con su presencia donde nuestro egoísmo cae... donde nuestros argumentos a favor deben ser rendidos... donde nuestros derechos son entregados. Y una vez que Dios ve la actitud, entonces atiende el oído a nuestro clamor, cambia nuestro corazón y nos lleva a lugares espaciosos.

"Señor... hoy he escrito más que en otras oportunidades... Y no quiero terminar sin antes darte gracias porque tú eres capaz de cambiar todas las cosas alrededor. Eres capaz de sanar enfermedades, sanar el corazón, hacer a los ciegos ver, a los cojos caminar bien y saltar... pero no lo haces según nuestro antojo sino a tu voluntad. Primero nos cambias a nosotros y luego las circunstancias... Anhelo verte. Tal vez quienes lean esto sientan que hay en su corazón temas pendientes que sanar, personas que perdonar, decisiones que tomar, volver a creer, etc. Lo cierto es que somos débiles y anhelamos desesperadamente tu presencia y enfrentarnos a ti cara a cara... Dios, como dice una canción: mi corazón confiado está porque yo te conozco, y en medio de la tempestad nunca estoy solo. Nos volvemos a ti confiados de que cumplirás tus tiempos, de que devolverás esperanza a los que están en depresión, que secarás sus lágrimas... Gracias Padre... tócanos de nuevo, llénanos de nuevo y cambia el odre por uno nuevo, de tal manera que podamos recibir algo nuevo de parte tuya... te amo mucho Señor..."

No hay comentarios.:

La cultura del balcón

Algunos gritaban por allá. Los de acá aplaudían y gritaban. "Llévense a la vieja loca", se escuchaba por ahí. Desde muchos balcone...