Una vez que salí de esa sala en que conversamos con mi profesor, sentí vergüenza y también rabia. Nunca me había sentido tan vulnerable como en aquella ocasión... y tan al descubierto. Creo que mi profesor dio en el clavo en todo lo que me dijo y en mí se generó un sentimiento profundo de decir: "No más de esto".
Hay veces en la vida en que omitimos áreas de nuestro corazón que están mal. Incluso evitamos y alejamos a la gente que nos muestra aquellas áreas. Es mejor, para no sufrir, dejar que aquellas áreas que nos duelen, queden en silencio, acalladas por el tiempo. Sin embargo, para avanzar tienen que haber áreas de nuestro corazón que deben ser expuestas a la luz y que tengamos las hagallas de enfrentarlas y darles fin si es necesario.
Un ejemplo típico de esto, es cuando vivimos sumidos en la autocompasión y en ese dolor crónico que nos roba la pasión de vivir. O cuando no queremos asumir que el tiempo pasa y que debemos tomar responsabilidades y ordenar nuestros hábitos de vida. Son cosas que parecen tan elementales, pero que a veces no enfrentamos. O cuando hay problemas, no demos la cara con las personas con quienes tenemos conflictos. O cuando se comete un error, no tener la valentía de asumir las consecuencias de eso y, a pesar de la vergüenza, reconocer lo que hemos hecho.
Cuando miramos la vida de frente, asumiendo sus altos y sus bajos, podemos apreciar mejor el propósito de Dios. Madurar no significa que debamos saberlo todo, sino más bien poder hacernos cargo de quienes somos y lo que hacemos y para dónde vamos. Tengo estas preguntas al respecto:
¿Qué has pensado de ti últimamente?
¿Cuándo fue esa última vez en que dijiste: "No más de esta actitud" "No más de este hábito" "No más de esta forma de ver la vida" "No más de esta manera de ser"?
¿Qué nos limita al momento de querer dar la cara a la vida, con nuestros defectos y virtudes?
¿Qué áreas de nuestro corazón requieren la luz de Cristo?
Mirar la vida de frente significa darse cuenta que ya no somos niños y que debemos ser lo suficientemente hombres o mujeres de asumir las decepciones y también las alegrías como parte de la vida, y aún así seguir creyendo en un Dios fiel. Esto no es un discurso; amerita decisiones y dejar de lado nuestra comodidad y forma de hacer las cosas.