26 de abril de 2011

Mirando la vida de frente

Hace algún tiempo, hace no más de 1 año, recuerdo bien la escena de mi profesor frente mío. Había compartido tiempo con él desde que decidí empezar la tesis en su ramo. Corría agosto de ese año y mi vida parecía estancarse en cosas del pasado y en lamentar los problemas. Recuerdo que un día "X" el profesor me habló muy duro y me dijo que debía preocuparme más de mí mismo porque habían cosas en mi forma de ser que no estaban bien. Nunca como esa vez, pude ver cuán lejos me había alejado de lo que Dios quería para mi vida. Me había despreocupado de mi persona, me daba lo mismo hacer algunas cosas mediocremente e incluso intentaba ocultar áreas de mi corazón que seguían dañadas.
Una vez que salí de esa sala en que conversamos con mi profesor, sentí vergüenza y también rabia. Nunca me había sentido tan vulnerable como en aquella ocasión... y tan al descubierto. Creo que mi profesor dio en el clavo en todo lo que me dijo y en mí se generó un sentimiento profundo de decir: "No más de esto".

Hay veces en la vida en que omitimos áreas de nuestro corazón que están mal. Incluso evitamos y alejamos a la gente que nos muestra aquellas áreas. Es mejor, para no sufrir, dejar que aquellas áreas que nos duelen, queden en silencio, acalladas por el tiempo. Sin embargo, para avanzar tienen que haber áreas de nuestro corazón que deben ser expuestas a la luz y que tengamos las hagallas de enfrentarlas y darles fin si es necesario.

Un ejemplo típico de esto, es cuando vivimos sumidos en la autocompasión y en ese dolor crónico que nos roba la pasión de vivir. O cuando no queremos asumir que el tiempo pasa y que debemos tomar responsabilidades y ordenar nuestros hábitos de vida. Son cosas que parecen tan elementales, pero que a veces no enfrentamos. O cuando hay problemas, no demos la cara con las personas con quienes tenemos conflictos. O cuando se comete un error, no tener la valentía de asumir las consecuencias de eso y, a pesar de la vergüenza, reconocer lo que hemos hecho.

Cuando miramos la vida de frente, asumiendo sus altos y sus bajos, podemos apreciar mejor el propósito de Dios. Madurar no significa que debamos saberlo todo, sino más bien poder hacernos cargo de quienes somos y lo que hacemos y para dónde vamos. Tengo estas preguntas al respecto:

¿Qué has pensado de ti últimamente?
¿Cuándo fue esa última vez en que dijiste: "No más de esta actitud" "No más de este hábito" "No más de esta forma de ver la vida" "No más de esta manera de ser"?
¿Qué nos limita al momento de querer dar la cara a la vida, con nuestros defectos y virtudes?
¿Qué áreas de nuestro corazón requieren la luz de Cristo?

Mirar la vida de frente significa darse cuenta que ya no somos niños y que debemos ser lo suficientemente hombres o mujeres de asumir las decepciones y también las alegrías como parte de la vida, y aún así seguir creyendo en un Dios fiel. Esto no es un discurso; amerita decisiones y dejar de lado nuestra comodidad y forma de hacer las cosas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola :)
tenemos que saber enfrentar cada area de nuestra vida,que Él nos ayude a depender completamente de su mano,aprender a vivir el evangelio en como nos enseña en las escritiuras. A veces es bueno que Dios use a personas que menos imaginamos, nos dicen palabras que nos dejan marcando ocupado y pensamos siempre en lo mismo,en lo que nos dijeron,si eso pasa es porque Dios nos ama tanto,esta siempre alerta a cada situación que estamos viviendo y conoce perfectamente en como nos enfrentamos a cada situación que Él nos ponga en frente.
Ahí es donde,Él ve nuestra madures.


Muchas Bendiciones
Andrea M :D

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