6 de abril de 2011

Hacer y después decir...


No soy bueno en esto. De hecho la mayoría de las veces creo decir muchas cosas que después no hago. Por lo mismo escribo con cierto grado de inconsecuencia, pero con un gran anhelo de vivir de una manera diferente el evangelio.

Hace muy poco tiempo atrás, subió un hombre a la micro a hablar acerca de un centro de rehabilitación. Él estaba recaudando fondos para sostener este centro a través de la venta de unos lápices. Habló mucho rato sobre Jesús y sobre la importancia de perdonar setenta veces siete (de hecho muchas veces repitió eso) y de amar a nuestros enemigos. Al final, le compré un lápiz porque me pareció sensato su discurso y la motivación de su venta... pero llegado un momento, se subió otro vendedor con quien, al parecer, no se llevaba bien. Hubo un cruce de palabras y el hombre de promocionaba el centro de rehabilitación golpea en la cara al otro vendedor y le lanza un fuerte puntapié. Le sacó algo de sangre. Luego de eso dijo: "Al diablo no hay que darle... no hay que aguantarlo" (algo así dijo, justificando su accionar).

Me dio pena y rabia. Por un momento quise no haberle comprado ese lápiz. Finalmente lo regalé. No podemos justificar el daño a otros de ninguna manera y si decimos que hay que perdonar, también debemos soportar los insultos y acusaciones de otros. Aunque parezca una actitud de "poco carácter" siempre es bueno esperar antes de responder ante una ofensa con otra ofensa, o un insulto con otro insulto. De hecho, creo que se necesita más carácter para poder controlar nuestras emociones que para ir y reclamar nuestros derechos a costa de insultar a otros. No quiero decir que siempre hay que quedarse callado, pero hay formas y formas, y actitudes y actitudes.

A todos tal vez nos ha tocado el ser inconsecuentes y por eso es un desafío diario. Y hago mucho hincapié en esto último, porque todos los días vamos construyendo nuestras vidas. A veces esperamos gloriosos futuros o grandes avances en nuestras vidas para los años posteriores, pero no hacemos el "click" de que es "hoy" cuando pavimentamos ese camino. El problema no es ser inconsecuentes, si no el no reconocerlo. Dios ama el corazón arrepentido y le muestra sus secretos... por eso les animo a que cada día puedan desafiarse a sí mismos con la ayuda del Espíritu Santo. No se trata de ser perfectos bajo el argumento de que "debemos agradar al Señor". Yo diría que la vida debemos vivirla al contrario de eso: "Ya le somos agradables y por eso actuamos de la forma en que actuamos" y no al revés. Vivimos por gracia y no por obligación... nunca olvidemos eso.

Ese día que este caballero golpeó al otro, la gente alrededor comentó altiro: "Y así habla de Dios"... Nuestros hechos predican más que nuestras palabras en estos tiempos. El desafío es "ser" y después "hacer" y no al revés. Para ello no estamos solos, porque es Dios mismo quién nos ayuda a serle fiel.



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